Una mudanza

 Por Pablo Toblli |


 

Me mudé a una casa nueva hace dos meses, entre otras cosas, con la esperanza de que una persona vuelva a vivir conmigo. Previamente habíamos hablado -como se puede hablar a veces- que necesitábamos un lugar más cómodo para vivir y oxigenar así la relación, más que oxigenar -palabra que me suena falsa y lánguida- enfocarla, con este recurso de la mudanza y otros que estaban por llegar. En los últimos meses ella me pedía con devoción que me mudara. Yo también lo esperaba. Me mudé finalmente, ¿para mí, para ella, para los dos, para nadie?

Me vi solo en la empresa de buscar una nueva casa que estaba seguro que a ella le iba a gustar, pero también a mí. Lo hice solo, además, porque esta persona en una de las últimas discusiones me dijo que “ella necesitaba y quería un hombre”, así que consideré que era una buena ocasión para demostrarle que yo podía ser ese hombre. No sólo es linda y funciona perfectamente la casa que encontré, sino también la zona, con muchos árboles y plantas, gente buena, y a unas pocas cuadras del centro para caminar, ir a bibliotecas, a un café o a nadear por ahí.

En pocas semanas, liquidé el trámite y hallé lo que buscaba o creíamos buscar. Lo hice solo y sin ella porque, como siempre, ocurría que la planificación dialoguista, asertiva y pragmática nunca fue nuestro fuerte como dúo. Un amigo me hizo de garante, firmamos el contrato rápidamente en una de las últimas mañanas frescas de agosto; pagué los meses de depósito y me dieron la llave. Recomiendo mudarse en agosto; algo ocurre con esa energía renovadora: es un mes en el que deja de hacer frío, no hace ni frío ni calor en realidad (temperatura ideal), y todo parece prepararse para algo que vuelve a fluir con fuerza y armonía; con ritmo y amabilidad.  


La cuadra de mi nueva casa.

Cuando ya estuve instalado, le mandé un mensaje diciendo que ya me había mudado y que le pasaba la dirección si quería venir. Obvio que no tenía que poner dinero para el alquiler ni para nada de esas cosas. No sólo me clavó el visto, sino que nunca más volvió a hablarme, cuestión que me dejó pensando mucho porque siempre algún mensaje nos mandábamos. ¿Qué creen que puede haber pasado? Los leo en los comentarios.

En fin, tengo dos años de contrato y pienso quedarme, e incluso renovar luego de esos dos años si todo sigue en orden. Estoy muy bien económicamente, tengo trabajo de docente en el que me siento bien y los que parecían caerse van a seguir. En la revista que trabajo encontré un nuevo rol; más lateral, que es el que ahora puedo mantener. En una de las últimas conversaciones, con esta persona que deseaba que viva conmigo, me dijo “que hasta cuándo pensaba ser editor de esa revista”. Dejé de ser editor y me convertí en asistente técnico, pero no porque me lo haya dicho ella, ahre.

Ayer leí en un poema de un autor coreano que se llama Ko Un que las olas no se mueven porque una se mueva, sino que todas se mueven a un tiempo, es decir, todas hacen la suya. El poema termina con desasosiego diciendo que todos estuvimos equivocados desde el comienzo, incluso el universo. Les dejo el poema completo porque es cortito y es tipo haiku, una enseñanza oriental:


OLAS

 

Mirá, ¿acaso todas las olas se mueven

porque una sola empieza a moverse?

No

Simplemente se mueven todas a un tiempo

 

Todo ha sido una equivocación

desde el principio.


***


Pablo Toblli es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo, en 2015; Lucero de ruinas, en 2017 y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020),  en 2022). Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.


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