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Mostrando entradas de octubre, 2022

Escribir es para cualquiera. Reflexiones aleatorias de un profesor de escritura

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 Por Marco Rossi Peralta | Escribir suele percibirse como una tarea ardua. A veces llega a pensarse que es sólo para unos pocos. Y es cierto que nadie puede decir que sea fácil. Escribir requiere ordenar nuestro pensamiento de una forma particular. La escritura no es nuestra forma de comunicación primaria. Desde nuestros primeros meses en el mundo nos enseñan a hablar, y a hablar se aprende en un diálogo constante. Antes de terminar de decir nuestras primeras palabras tendremos una respuesta y así el discurrir del lenguaje se construirá con pequeños turnos que van y vienen. En la conversación nos toca sólo una parte, el discurso se va armando con el otro de forma inmediata. Cuando escribimos, en cambio, toda la hoja en blanco es para nosotros. Parece que tuviéramos que hablar solos, todo ese discurrir de lenguaje (a eso le digamos discurso) que antes hacíamos con otros, aportando una pequeña parte, ahora es todo responsabilidad nuestra. Y no sabemos hacerlo solos. Nadie aprende en sus

Ensaiku

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 Por Juan Pablo Sáenz Gil |   Estoy sentado frente al jardín, observando la tarde soleada. Sobre la mesa hay algunos libros escritos por otros y algunos cuadernos escritos por mí. Las aves musicalizan el momento con una sinfonía salvaje. Me dispongo a escribir un ensayo sobre el haiku y el problema del tiempo. Pero antes del tiempo, se presenta un problema previo: el ensayo implica un proceso analítico y el haiku – por la naturaleza de la experiencia que propone y por la forma de expresión que adopta– exige no ser analizado ni, mucho menos, explicado. Diseccionar un haiku para escarbar entre sus entrañas literarias (como lo hizo Poe con El Cuervo en su Filosofía de la composición ) implicaría una profanación imperdonable de su propósito trascendental. El escriba del haiku intenta dejar en suspenso la mente analítica, conectar con la experiencia fenomenológica del momento y aguardar un mensaje trascendente. Y detrás del problema analítico se esconde, en esencia, la dualidad primordia

Si nadie me lo pregunta, lo sé

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 Por Héctor Chaile |  I   En una de sus Situations , Sartre recordaba y describía su amistad con Merleau-Ponty (entonces recientemente fallecido) como la riña que no tuvo lugar . Sin embargo, esa riña ¿no tuvo lugar de una vez y para siempre o fue el duro oficio de mantenerla constantemente evitada? Entiendo que ese encuentro, que esa amistad, tenía en realidad menos que ver con una danza de afinidades que con la cuidadosa agrimensión de solventar asperezas limítrofes: es que hay temperamentos que gozan antes de las desavenencias que de la comunión de los santos. Esto claro, si elegimos leer la frase de Sartre no a modo de que a cada riña, a cada disputa y a cada conflicto que sí tuvo lugar, y en los que terminó imperando tenue o fervorosa aversión, correspondería una amistad que no pudo ser ni halló su lugar, sino como sujetos contendidos y enfrentados por el misterio de la amistad en la riña que no dejamos que tenga lugar aunque siempre acecháse su fantasma al que cortésmente n