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Mostrando entradas de enero, 2023

Luciferina

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 Por Maira Rivainera |  ¡El viento se levanta!... ¡Hay que intentar vivir! Abre y cierra mi libro el aire inmenso Paul Valery   Que vengan repuestos de cuerpo para suplantar el de una cuando el que se posee ya cansado. O podría darse el caso de separar el cerebro del interior del cráneo, si sólo las neuronas fuesen necesarias para la lectura. O se lee con el cuerpo. Cuando las palabras discurren y la mente encuentra nada, el pie dibuja la impaciencia, cruzada una pierna sobre la otra la punta de la zapatilla dibuja elipses en el aire la espera.  Qué búsqueda enferma animará para atravesar algunos libros. Hace tres no me detengo, primero en .pdf, después papel, luego papel otra vez, insistencia perpetua. Un impulso que dicta leé . Una amiga tenía un auto con la patente ele, e, e. Yo hacía de eso un signo dirigido hacia mí. He leído por curiosidad, por obligación y por deber. Leer es siempre diferente, aunque la persona que se observe en tales prácticas parezca idéntica en estaticida

Las luces del loco amor

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Sobre tres maneras de abordar las luces en el cine Por Pablo Toblli | Es usual la idea de que en las artes existe un principio ordenador que equilibra la obra, para dar impresión de armonía a quien se dispone a percibir y extraer de ella una sensación o visión de mundo, ya sea explícita o encriptada, a partir de la amalgama de los signos que componen una estética. Esto se logra a través de un interjuego de correspondencias entre las materialidades de los signos. En este sentido, algunos artistas suponen que si en su película, por ejemplo, subyacen temas trágicos o melancólicos, el tratamiento de luces, el trabajo de los actores y toda la puesta en escena deberían confluir para lograr una consistencia que permita allanar el camino para definir con precisión lo que el autor intenta transmitir (se). Para llevar adelante este proceso, bastaría con equilibrar una mapa de signos congruentes que se hermanen como socios políticos. Ahora bien, ¿qué ocurre cuándo el camino no es tan claro?, ¿cuá

Pizzería merece mi amor: tratado sobre la estética

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 Por Antonella Sorrentino | Casi nunca camino hasta el supermercado de mi barrio, ese espacio geográfico que a veces habito . Pero cuando sucede hago el ejercicio de pensar en medio de la vida cotidiana en abstracciones, en esos conceptos que por ser generales me resultan inabarcables, inaprensibles.  Ayer, por ejemplo, mientras caminaba con la lista en la mano llegó la inoportuna pregunta: ¿qué es lo bello? A sí, con pronombre impersonal. Allí inicia el enorme esfuerzo que radica en no pensar -por ese vicio que acecha a los que nos vemos envueltos en eso que algunos llaman “la academia”, cosa que no es más que la organización del mundo según las acartonadas normas APA- de acuerdo a las categorías que nos facilitan las definiciones y nos vuelven aún más tontos. No, al contrario, es un ejercicio que exige el descomunal esfuerzo, al menos para mí que carezco de la sensibilidad necesaria para captar el mundo, de pensar en las particularidades. Una fuerza inexplicable me detiene fren