Escribir es para cualquiera. Reflexiones aleatorias de un profesor de escritura

 Por Marco Rossi Peralta |



Escribir suele percibirse como una tarea ardua. A veces llega a pensarse que es sólo para unos pocos. Y es cierto que nadie puede decir que sea fácil. Escribir requiere ordenar nuestro pensamiento de una forma particular. La escritura no es nuestra forma de comunicación primaria. Desde nuestros primeros meses en el mundo nos enseñan a hablar, y a hablar se aprende en un diálogo constante. Antes de terminar de decir nuestras primeras palabras tendremos una respuesta y así el discurrir del lenguaje se construirá con pequeños turnos que van y vienen. En la conversación nos toca sólo una parte, el discurso se va armando con el otro de forma inmediata. Cuando escribimos, en cambio, toda la hoja en blanco es para nosotros. Parece que tuviéramos que hablar solos, todo ese discurrir de lenguaje (a eso le digamos discurso) que antes hacíamos con otros, aportando una pequeña parte, ahora es todo responsabilidad nuestra. Y no sabemos hacerlo solos. Nadie aprende en sus primeros años de vida a monologar. Escribir se parece a monologar.

En realidad, para escribir en extenso hay que aprender a contestar a la distancia lo que otros ya han dicho, y a anticipar las respuestas que esperamos tener. Si vemos la hoja en blanco como la nada, como un desierto vacío, y creemos que el lugar en el que hablamos es ese desierto, resulta difícil escribir algo con sentido. Nadie habla solo en el desierto (a menos que delire). A decir verdad, el delirio suele ser una tentación para el que escribe. Hablar sin ir a ningún lado, formular ideas inconexas, seguir hilando palabras sin tener idea de lo que uno está diciendo. ¿Quién no ha escrito de forma delirante? Es probable que así comience toda escritura en extenso. Y es una buena forma de escribir. La mayoría de las veces, sobre todo cuando uno está aprendiendo a producir textos de largo aliento, el orden viene después.

Sin embargo, el orden no viene solo. Hay que buscarlo. Pienso que una buena manera de empezar a buscarlo es tratar de entender de qué discusión forma parte lo que estoy escribiendo. Para esto, es útil hacerse algunas preguntas. ¿Cuál es la pregunta a la que responde lo que escribo? ¿Cuál es el problema que aparece de forma insistente? ¿Quiénes escribieron antes sobre esto? ¿Y dónde lo hicieron? Así, el desierto comienza a poblarse. Uno deja de hablarle al vacío desde el vacío. Uno deja de monologar y recupera el diálogo. Un diálogo que en general requiere un poco más de esfuerzo que el de la vida cotidiana, es verdad, pero sólo es un poco más costoso. Uno puede ir entrenándose, ahora lo que escribe tiene sentido. Ya no es imposible. Ya no es algo que "no es para mí". Ahora puedo escuchar, o leer, a los que hablaron antes que yo sobre el tema y continuar sus discusiones. Ahora sé que lo que escribo puede interesarle a otros, y empiezo a entender de qué manera. Ahora empiezo a encontrar dónde, en qué espacio lo que escribo puede tener significado y valor.

Incluso, la mayoría de las veces con un poco de ayuda, puedo reconocer cuáles fueron los métodos de los escritores que me anteceden. Puedo empezar a comprender sus distintas maneras de hacer, sus técnicas, sus recursos comunes, sus estrategias recurrentes. Cuando uno lee es importante preguntarse qué dice lo que estoy leyendo, para qué y a quiénes. Pero si quiero escribir, es fundamental preguntarse: ¿esto que estoy leyendo, cómo está hecho?

La hoja en blanco no es el lugar donde escribimos, así como el aire no es el lugar donde hablamos. Cuando escribimos estamos dentro de una conversación. Es difícil tenerlo presente cuando escribimos en extenso, y por qué negarlo, requiere un camino adquirir las herramientas para participar de esa forma de diálogo. Sobre todo si hablamos del ensayo, la escritura académica o la científica. El motivo para hacer el esfuerzo para mí es sencillo, las conversaciones que se dan en el espacio de la escritura son otras. Hay quien habla de otros mundos, yo creo que no hacen falta exageraciones. Simplemente uno puede participar de discusiones a las que sería imposible acceder de otra manera.

Sucede además que dominar ciertos tipos de escritura nos deja adentro o afuera de ciertos derechos. Desde el vamos, nos puede dejar adentro o afuera de una institución educativa, de una carrera, de una profesión, y un largo etcétera. No es sorprendente entonces que el aprendizaje de ciertas formas de escritura sea traumático para muchas personas. Quizás, para la mayoría de las personas. Se habla mucho del poder de la lectura, y no está mal, pero poco se habla de los juegos de poder -de inclusión y exclusión- que se producen en torno al dominio de determinados tipos de escritura. Poco se hace, por ejemplo, con la necesidad urgente que tienen muchos jóvenes de acceder a la enseñanza sistemática de la escritura académica para permanecer en las universidades o institutos de enseñanza superior. Y muchas veces se ven expulsados o restringidos en su desarrollo por esto.

De un tiempo a esta parte me ha tocado acompañar procesos de aprendizaje de los tipos de escritura que se requieren en los ámbitos académicos. Desde estudiantes que necesitan hacer pie en los primeros años de sus carreras hasta egresados que enfrentan la difícil tarea de ingresar y permanecer en el sistema de investigación. Es, obviamente, un desafío constante, y creo que es necesario pensar y conversar algunas cosas. Este texto es para mí una forma distendida de reflexionar juntos sobre la escritura. Para mí, es hasta una forma de descanso de los tipos de textos que suelo escribir en el marco de mi profesión. Es bueno hablar de los problemas para la escritura, sobre todo porque en general son comunes (es decir, de todos) aunque muchas veces se presenten como falencias individuales. Lo primero que aprendí como profesor de escritura (me percibo ahora más así que con el institucional Profesor en Letras) es que la escritura es para unos pocos cuando no se enseña. Cuando se enseña, es para cualquiera.

 

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Marco Rossi Peralta es escritor, editor y profesor en Letras egresado de la Universidad Nacional de Tucumán. Publicó los libros “Micumán” (Monoambiente 2016), “El Mosquito” (2017), “La vida en el norte” (Gerania 2018), “De la boca para afuera” (Gerania 2020) y “Diario del desempleo y el trabajo” (IPN 2022). Forma parte de las antologías “Perfectxs Desconocidxs” (P.D. 2017) y “Salí Dulce” (27 Pulqui y Almadegoma 2018), que reúne poetas del noroeste argentino. Publicó notas, ensayos y artículos de opinión en medios locales como La Papa y El Tucumano. Codirigió la editorial La Cimarrona y la revista Elbalaso (www.elbalaso.com). Se desempeña como editor de Ágora Revista Científica de Estudios del Lenguaje, publicada por la UNJu. Brinda talleres de escritura literaria y de escritura académica.


Comentarios

  1. Excelente reflexión. He generado una respuesta detallada en el siguiente blog:
    https://irreducciones.blogspot.com/2023/02/respuesta-marco-rossi-peralta-escribir.html

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