Dar, el don
Por Hugo Nicolás Salinas |
“Alguien a quien una vez
amé me dio una caja llena de oscuridad. Tardé años en comprender que eso,
también, era un regalo.”
A quien no es.
Una ventana antropológica,
la mirada de M. Mauss:
Hacen casi ya cien años
desde que M. Mauss pública su “Ensayo sobre el Don” que no es más que entender
el funcionamiento de una actividad tan antigua, simple y a la vez mágica como
es obsequiar un regalo. Este ensayo trata sobre cómo el intercambio de objetos
entre seres humanos articula y constituye las relaciones entre ellos, algo así como
si donar/regalar un objeto fuera un don (don de dar), el donante se engrandece
en su acción de dar y quien recibe el regalo queda así como en deuda, ya que
debe a su donador un gesto de iguales o mayores proporciones.
Dice Mauss que de este
modo se establecen las primeras formas de economía social y solidaridad en las
sociedades primitivas. Si lo pensamos, esta actividad que deviene en práctica
no ha sufrido muchas transformaciones en su funcionamiento. Es muy probable que
durante nuestras vidas hayamos ya recibido regalos y los sigamos recibiendo,
así también brindemos regalos sin entender que detrás de ese gesto se esconde
un don que es el don de dar.
Las dos inadecuaciones,
otro modo de ver el regalo:
La observación de Mauss no
contempla que existen dos inadecuaciones en dicho intercambio, una en “lo
donado” y la otra en el “receptor”. En palabras de Lacan, “Amar es dar lo que
no se tiene a quien no lo quiere”. Allí la doble inadecuación se manifiesta, ¿cómo
dar algo que sea lo deseado por el otro? Y ¿cómo saber realmente a quién le
estamos donando? La primera pregunta tiene una respuesta rápida pero compleja,
realmente no existe un objeto que se pueda dar a otro que tenga el estatuto de
“objeto del deseo”, es decir lo esperado, lo suficiente y lo aceptable todo en uno,
esto se debe a que no sabemos lo que deseamos, (uno puede saber lo que quiere
pero realmente no lo que desea). La segunda pregunta se responde también de
forma rápida pero es más difícil de explicar, se podría decir que los regalos y
todo lo que damos tienen un destino pero no así un destinatario. Si bien quien
dona sabe a qué persona física le está otorgando un regalo, desconoce que en el
acto de donar uno recrea una dinámica antigua, pretérita, una historia de
nuestra vida psíquica en la que muchas veces, si no siempre, confundimos a
quienes tenemos en frente con alguna representación de nuestro pasado. Dante
Alighieri supo decir sabiamente: “Perdidos somos, y es nuestra condena. Vivir
sin esperanza en el deseo”.
Entonces la experiencia
que parecía tan simple, la práctica que resultaba tan mágica, se torna un tanto
oscura y compleja. Jamás sabremos qué es lo que el otro quiere como objeto de
nuestro don de dar y jamás sabremos a quién realmente le estamos donando, no
importa qué tan precioso, extraordinario, costoso, único sea lo que se obsequia: siempre corremos el riesgo de no causar en el otro el impacto esperado, es
decir el agrado.
La relación que describía
Mauss ahora se invierte y se complejiza, no es el que dona quien se engrandece
y el que recibe el que estará en deuda, sino que el donador se vuelve un ser
inseguro que solo puede experimentar la incertidumbre de la inadecuación de su
regalo y quien recibe se ve obligado a soportar la insuficiencia. Ambos están
condenados a lidiar con algo que falta y siempre faltará.
Un regalo griego:
Existen regalos que
representan un peligro, que traen más problemas que beneficios, estos son
comúnmente llamados “regalos griegos”. Este uso de la palabra refiere al famoso
caballo de Troya, y si lo pensamos un poco realmente no existe ningún regalo
que no cumpla con estás características. Sin excepción, traen consigo un
problema. Para Mauss, quien recibía un regalo se encontraba en una situación de
compromiso, esa breve alegría de recibir algo escondía (como dentro del caballo)
el problema de la deuda con el donador. Para Lacan el simple hecho de dar
representa ya una complicación aún mayor porque demos lo que demos, siempre
será algo insuficiente y a quien se lo demos seguramente no es.
Tarde entendí:
A fin de cuentas todo este
recorrido en el texto no se refiere a los regalos sino a, como dijo Mauss, los
intercambios y las relaciones entre seres humanos. Cualquier intercambio y relación
siempre serán una situación de compromiso, un acuerdo que tiene un ser humano
con otro que de algún modo predispone de modo favorable o no a lo que llamamos relaciones
sociales. Alguien a quien una vez amé me dio una caja llena de oscuridad. Tardé
años en comprender que eso, también, era un regalo.
Uno tarda en entender que
un regalo (cuando lo brindamos o recibimos) es siempre una situación de
compromiso, un momento del cual no se saldrá bien parado. Si son significativos
dichos intercambios, de algún modo, configuran no tan solo el presente sino también
el futuro de nuestras vidas y resignifican el pasado. Se podría decir que somos
el resultado de lo inadecuado e insuficiente de todo lo que hemos dado y
recibido durante nuestras vidas, pero uno tarda años en comprender.
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Fotografía: Pablo Ortiz
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Hugo Nicolás Salinas
(1992). Lector y vago. Hace La boca maldita (radio).
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