Imaginación sónica
Por Pablo Toblli |
Una de esas trasnoches ya muertas de diciembre del año
pasado, en donde dejamos que el año vaya a perderse por la bocacalle de los
sueños no cumplidos, me amanecí escuchando Trinchera
(2022) de Babasónicos, un disco que tuve pendiente todo el año. Por estar más
abocado a ver películas y leer libros, no escuché tanta música,
solamente algunas cosas melancólicas como el disco Adore the Journy (2020), de Openness y el último sencillo que
largaron -Last summer in Tokio- que lo
puse varias veces durante el invierno 2022. Pero sobre el comienzo del clima cálido,
casi lo único que hice fue escuchar música, y allí me reconecté con el rock
nacional.
Fui a ver Babasónicos unas semanas antes en mi provincia y tocaron varios temas que yo no conocía. Para mi sorpresa esas fueron las canciones que más me gustaron. Había ido al show con M, y ella, que sabe más que yo de la banda, me dijo que las que me habían gustado eran del nuevo disco. Yo estaba en el show como esos alumnos que van a rendir tirándose un lance porque no estudiaron todo el programa. Volví de ese recital muy seducido por la magia de Adrián Dárgelos, dispuesto a entregarme a su nuevo disco Trinchera.
Mientras lo escuchaba tirado en la cama, me acordé de Conga (1988), de Daniel melero, una obra
que no repasaba hace mucho. Pienso que en Conga
está gran parte de la poética de Dárgelos. Escuchen las canciones Melodías románticas, Deleite fatal, Piso 24,
Música lenta, Habitantes, entre otras tantas de ese disco y se van a dar
cuenta de lo que digo. Melero canta frases como "ella finge leer una revista
extranjera" o "aquel peinado, aquel otro" y parece apadrinar las
mejores melodías de Dárgelos, con ese gusto por la sensualidad, el sarcasmo y
las imágenes aparentemente frívolas que recortan un detalle urbano cargado de
sentido.
Por otro lado, Trinchera,
después del campeonato del mundo de la albiceleste, fue una de las mejores
noticias de mi 2022. De mis canciones preferidas están Mentira nórdica, Madera ideológica, La izquierda de la noche, Anubis y
Bye Bye. Esta última es seguramente la que más les gustará a los
nostálgicos que extrañan al gran Jessico
(2001), con sus intros épicas y bailables.
La izquierda de la noche, un título con cintura literaria, por demás novelístico,
con un guiño tal vez para La mano
izquierda de la oscuridad, de Ursula k. Le Guin, es casi un ensayo
filosófico con remansos líricos y ecos melancólicos, en donde Dárgelos rememora
sus grandes canciones y elabora una relectura de la sensualidad, eso que
siempre lo inspiró a componer: “La noche es un país imaginario / donde lo
insignificante luce como joya envuelta en humo / donde más es más y todo se
desea más […] Donde habitan los permisos que de día ni en pedo se dan / donde
más es más y todo se paga de más / Me enamoré de la noche / La noche y su sabor
artificial”.
Esta canción sintetiza lo que es la noche para Dárgelos,
relacionada a la seducción, a las evanescencias del yo y a la desgarradura de
esas otras puestas en escena que tenemos que modelar para incluirnos en el
magma de los días y sus instituciones. Entonces, la noche verdadera es
reservada para la fantasía, la imaginación de otros modos alternos. Hasta aquí,
por supuesto, nada que un romántico decimonónico no haya vislumbrado. Pero lo
nocturno dargeliano es absolutamente urbano; con un doble carácter que hace ser
a la noche entusiasta, alegre y libre pero también melancólica, ilusoria, falaz,
subterránea, alternativa; de allí el significante de la izquierda.
En Mentira nórdica,
un título que sin dudas podría estar en la lista de cualquier disco del
Indio Solari, pareciera confluir la noche dance con un matiz más sórdido y crítico. Desde
lo musical también tiene un eco de las guitarras de Skay y de la new wave dark.
Así, Dárgelos canta: “Voy a usar esas palabras que nadie siente propias”.
Insiste en cierta excentricidad. Usar palabras que nadie siente propias podría
aludir a una licencia poética, a esas ansias de que el arte sea otra cosa
distinta a las palabras que usamos siempre, a esas palabras y actos que debemos
hacer e incluso al tedio de usar las mismas palabras que construyen nuestra
verdadera identidad. Esto funciona entonces como una crítica a esa obligación
de ser sencillos con lo que somos y con la manera de evocarlo en un lenguaje,
como si alguien estaría por siempre confinado a ser Uno y no tendría ni el
derecho a imaginar existencias alternas al menos en una estrofa de canción.
Un par de semanas después de estar escuchando solamente
ese disco todos los días, una noche soñé que Adrián Dárgelos daba un concierto
en la habitación de un hotel en la que yo estaba. Todos los que esperábamos su
show estábamos durmiendo envueltos en bolsas de consorcio en un colchón tirado
en el piso (estética siniestra aparte), pero yo sentía que no había nada de
siniestro en el ambiente, sino pura estética de la noche dargeliana, con esa
vaga sensación de "happy-sad” de Dárgelos porque él esperaba que haya más
gente en su show, o al menos que estemos despiertos los que pagamos la entrada.
Él estaba empezando su carrera solista; cantaba solo con su micrófono y unas
pistas. Era una apuesta este show y, aunque su expectativa era que haya más espectadores,
estaba dispuesto a darlo todo. Salió del baño de la habitación, que funcionaba
como su camarín, envuelto en una capa negra para tirar las primeras melodías
sobre nuestros cuerpos en el colchón. Pero al ver que estábamos todos dormidos
(yo, como un testigo, estaba despertándome pero no quería que Dárgelos se diera
cuenta de que estaba despierto. Yo quería bañarme, lavarme los dientes,
cambiarme, esperar bien su show), dio un saltito atravesando el colchón de
media plaza en el que dormíamos, sobrevolando nuestros cuerpos y, ejecutando el
brinco con su capa negra como parte de la perfo del show, se fue en dirección
al pasillo a dar una vuelta y esperar que nos levantáramos para escucharlo. Al
rato volvió. Justo yo estaba parado aún en pijama. Cuando lo vi, me vino una
emoción y lo abracé a Dárgelos, así en pijama nomás. Él era muy bajito, con una
capa negra. Y tenía magia y ternura.
***
Pablo
Toblli es
Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario
poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y Rombos Cultura. Escribe en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es
pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
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