La escritura crítica

Por Pablo Toblli |



 

Objetividades, farfulleos y obliteraciones

Existen distintas formas de hacer crítica sobre arte: la que pretende objetividad y formar canon a través de la imparcialidad y lo pedagógico de su escritura. Por otro lado, la subjetiva o impresionista, valorativa, candorosa y polémica, esa cultivada en gran parte del siglo XIX, sobre todo, en el  periodismo gráfico. 

En el siglo XX apareció la que -me animo a arriesgar- pretende ser “arte y crítica” al mismo tiempo. Esta última explica en metáforas o imágenes el sentido de una novela o una instalación visual, como si tuviera que inventar un nuevo paisaje y nuevas palabras que no existen, que fluyen por diversos pasadizos del pensamiento y la imaginación, para dar cuenta de una lectura; como si en realidad la literatura o la pintura que están reseñando fueran excusas para dar lugar a otra obra propia del crítico, o a una escritura ampliada de la fuente; como si de repente crítico y artista fueron dos sujetos dialogando o dos artistas citándose y no uno juez, validante, adulador o traductor de otro.


Crítico artista

Oscar Wilde en El crítico como artista (1891) ensaya ideas en formato de diálogos entre dos personajes. Uno de ellos -Gilbert- revalorizará la tarea de la crítica y se encargará de desacralizar la acción que persigue la creación de productos. Ese gesto de itinerarios y metas; es decir, la creación artística. Y dirá, en defensa de los críticos de arte, que la vida más perfecta está en los hombres de contemplación, en ese “no hacer”. Se plantea allí que es mucho más difícil hablar o mirar una cosa que hacerla, porque ese mirar, ese detenerse a dar cuenta de lo que estamos contemplando, implica un pasaje a la vida, un esfuerzo por aunar pedazos que corren a la nada. Pienso que, de esta vacuidad, surge la desidia o perplejidad de que muchos artistas no puedan dar cuenta del proceso creativo, no sabiendo para qué/por qué hicieron tal o cual obra. Algo pareciera perderse en la proeza puro-cuerpo de la acción, incluso creativa.

Cuando un artista está tomado por su acción no puede dar cuenta ni de la suya y mucho menos ver la de otros. Se transforma en un frenético recorriendo el cosmos -pura sensorialidad-, a velocidades hiper-archi-estelares sin entender nada, sin traducirlo, como obligado a correr adentro de una piñata en un bosque que no conoce del todo. Por el contrario, alguien que escribe un texto crítico sobre una obra logra acercar esos lenguajes al juego más sopesado de las teclas que van dando carnadura a los sonidos o a los trazos del lienzo, y podemos sentir que el mundo se detuvo un instante en un acantilado en el que podemos vivir un rato sin correr hambriento.

Ahora bien, ¿cómo ser un crítico y un artista al mismo tiempo? Encuentro rápidamente la respuesta en el libro de Wilde. Ahora que escribo no quiero recuperar literalmente esa respuesta, entonces, la rodeo y reconstruyo levemente: El autor piensa que en un juego de elementos aislados un texto crítico se torna interesante, a cambio de que la crítica y la obra no se imiten -mutuamente- del todo. Es decir, el crítico tendrá que tomar la suficiente distancia para cuidar que las palabras que escriba inspiradas por la obra que se dispone a reseñar funcionen como calderas fantasmagóricas y no logren trazar las obras de frente, darles la fachada cristalina de lo que son. O bien que los fraseos del crítico toquen las obras de manera oblicua y hasta obliterándolas exquisitamente, dándoles muerte digna.

Entiendo que en estas ideas subyace una política de elección de obras para hacer crítica. No cualquiera admite una mirada obliterada y lateral del crítico, porque deben poseer como base la cualidad de no ser tan literales, para que se pueda crear una conversación fantasma con ellas. Es decir, en el mejor de los casos, obras que muestren zonas intermedias, felizmente oscuras.


Crítica y posmodernidad

En poco tiempo, la canonización de escritores nuevos no va a existir más por obvias razones tecnológicas, sociológicas y estéticas: la hiperinformación y producción de textos de toda índole gracias a internet y los soportes digitales, la democratización cada vez más ancha de los saberes, la creación de espacios alternativos y virtuales de gran rigor en enseñanza de escritura y la fusión vertiginosa de estéticas literarias, entre otros condicionantes que podemos discutir después, hacen que los absolutos, los valores estéticos y la crítica que insista en crear estandartes de la cultura caigan por su propio peso, en un contexto siendo por la privacidad. Esto producirá una relativización mayor de las grandes industrias editoriales, aspecto que acrecentará la importancia de las pequeñas editoriales independientes, pero también le servirá al pensamiento y a la escritura crítica para redefinir su sintaxis y encontrar nuevos modos de dialogar, visibilizar y formar comunidades. 


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Pablo Toblli es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de Ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa y colaborador de Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto. 

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