La escritura crítica
Existen distintas formas de hacer crítica sobre arte: la que pretende objetividad y formar canon a través de la imparcialidad y lo pedagógico de su escritura. Por otro lado, la subjetiva o impresionista, valorativa, candorosa y polémica, esa cultivada en gran parte del siglo XIX, sobre todo, en el periodismo gráfico.
En el siglo XX apareció la que -me animo a arriesgar- pretende ser “arte y crítica” al mismo tiempo. Esta última explica en metáforas o imágenes el sentido de una novela o una instalación visual, como si tuviera que inventar un nuevo paisaje y nuevas palabras que no existen, que fluyen por diversos pasadizos del pensamiento y la imaginación, para dar cuenta de una lectura; como si en realidad la literatura o la pintura que están reseñando fueran excusas para dar lugar a otra obra propia del crítico, o a una escritura ampliada de la fuente; como si de repente crítico y artista fueron dos sujetos dialogando o dos artistas citándose y no uno juez, validante, adulador o traductor de otro.
Crítico artista
Oscar Wilde en El
crítico como artista (1891) ensaya ideas en formato de diálogos entre dos personajes. Uno de ellos
-Gilbert- revalorizará la tarea de la crítica y se encargará de desacralizar la
acción que persigue la creación de productos. Ese gesto de itinerarios y
metas; es decir, la creación artística. Y dirá, en
defensa de los críticos de arte, que la vida más perfecta está en los hombres
de contemplación, en ese “no hacer”. Se plantea allí que es mucho más difícil
hablar o mirar una cosa que hacerla, porque ese mirar, ese detenerse a dar
cuenta de lo que estamos contemplando, implica un pasaje a la vida, un esfuerzo
por aunar pedazos que corren a la nada. Pienso que, de esta vacuidad, surge la
desidia o perplejidad de que muchos artistas no puedan dar cuenta del proceso
creativo, no sabiendo para qué/por qué hicieron tal o cual obra. Algo pareciera
perderse en la proeza puro-cuerpo de la acción, incluso creativa.
Cuando un artista está
tomado por su acción no puede dar cuenta ni de la suya y mucho menos ver la de
otros. Se transforma en un frenético recorriendo el cosmos -pura
sensorialidad-, a velocidades hiper-archi-estelares sin entender nada, sin
traducirlo, como obligado a correr adentro de una piñata en un bosque que no
conoce del todo. Por el contrario, alguien que escribe un texto crítico sobre una
obra logra acercar esos lenguajes al juego más sopesado de las teclas que van dando
carnadura a los sonidos o a los trazos del lienzo, y podemos sentir que el
mundo se detuvo un instante en un acantilado en el que podemos vivir un rato
sin correr hambriento.
Ahora bien, ¿cómo ser un
crítico y un artista al mismo tiempo? Encuentro rápidamente la respuesta en el
libro de Wilde. Ahora que escribo no quiero recuperar literalmente esa
respuesta, entonces, la rodeo y reconstruyo levemente: El autor piensa que en
un juego de elementos aislados un texto crítico se torna interesante, a cambio
de que la crítica y la obra no se imiten -mutuamente- del todo. Es decir, el
crítico tendrá que tomar la suficiente distancia para cuidar que las palabras
que escriba inspiradas por la obra que se dispone a reseñar funcionen como
calderas fantasmagóricas y no logren trazar las obras de frente, darles la
fachada cristalina de lo que son. O bien que los fraseos del crítico toquen las
obras de manera oblicua y hasta obliterándolas exquisitamente, dándoles muerte
digna.
Entiendo que en estas
ideas subyace una política de elección de obras para hacer crítica. No
cualquiera admite una mirada obliterada y lateral del crítico, porque deben
poseer como base la cualidad de no ser tan literales, para que se pueda crear
una conversación fantasma con ellas. Es decir, en el mejor de los casos, obras
que muestren zonas intermedias, felizmente oscuras.
Crítica y posmodernidad
En poco tiempo, la canonización de escritores nuevos no va a existir más por obvias razones tecnológicas, sociológicas y estéticas: la hiperinformación y producción de textos de toda índole gracias a internet y los soportes digitales, la democratización cada vez más ancha de los saberes, la creación de espacios alternativos y virtuales de gran rigor en enseñanza de escritura y la fusión vertiginosa de estéticas literarias, entre otros condicionantes que podemos discutir después, hacen que los absolutos, los valores estéticos y la crítica que insista en crear estandartes de la cultura caigan por su propio peso, en un contexto siendo por la privacidad. Esto producirá una relativización mayor de las grandes industrias editoriales, aspecto que acrecentará la importancia de las pequeñas editoriales independientes, pero también le servirá al pensamiento y a la escritura crítica para redefinir su sintaxis y encontrar nuevos modos de dialogar, visibilizar y formar comunidades.
***
Pablo Toblli es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace
en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de Ruinas (Ediciones
Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario
poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es
editor de La Papa y colaborador de Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es
pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
Comentarios
Publicar un comentario