Neurosis, literatura y magia
Por Manuel Martínez Novillo y Pablo Toblli |
En una entrevista
hecha por Alan Pauls el año pasado, César Aira dice que es una suerte que el
giro autobiográfico se dio tarde en la literatura, cuando ya había muchas obras
maestras escritas. Sino, dice, “hoy tendríamos mucha información sobre unos
señores intensamente neuróticos, y poca literatura.” La literatura (o, mejor
dicho, la buena) para Aira no tiene casi nada que ver con la realidad: en un
ensayo recopilado en La ola que lee
afirma que la literatura es algo que ronda entre lo imperfecto y lo
experimental. En otros ensayos, alaba a escritores que se olvidan que mataron a
un personaje y los vuelven a traer capítulos después; admira a autores que,
según él, escribieron libros hermosos sin saber escribir, como Copi y defiende
a poetas casi ilegibles, como Emeterio Cerro.
A los poetas que
lidiamos con nuestras preocupaciones en la vida real e intentamos hacer poemas
con ellas nos interpela Aira. En primera medida, porque pensamos que habla de
nosotros cuando dice “señores intensamente neuróticos”. En segunda medida,
porque nos damos cuenta de que el autor más importante de la literatura
argentina quizás no está de nuestro lado. Quisiéramos estar del mismo lado que
él. Pero, ¿es tan claro que estamos separados de él?
Sin dudas, las
declaraciones de Aira impactan de lleno en el mainstream de la literatura
argentina contemporánea, alejándose, por ejemplo, de los poetas del slam de la
última hora o de los resabios de la generación noventista, quienes quizá
sientan tales testimonios como fríos, como los de un artista desapegado, que
escribe desde la más gélida experimentación y belleza. Aira dice, de alguna
manera, que dejemos la vida de lado, que ya tenemos mucho con eso, que juguemos
con otras cosas, con otros regímenes. Sin embargo, ¿cuánto es juego frenético y
distante en la literatura de Aira y cuánto es realidad?; ¿cuándo cree en su
literatura?; ¿cuánto vive Aira dentro de ella?; ¿cuándo adopta una postura
experimental?, ¿cuándo una existencial?, ¿cuándo una ética?, ¿cuándo todas pueden
tocarse?
Evasión y magia
La tensión entre
realidad y ficción está presente en la novela El mago, de Aira, cuyo tópico se dispone a agotar los límites entre
una y otra. El mago, el personaje principal, puede hacer lo que quiera con la
realidad: subvertirla, construir una nueva, disponer de los movimientos de las
personas, de las intenciones, del espacio, del tiempo. Sin embargo, el gran
conflicto y, en suma, ese eslabón nodal donde radica el humor, la ironía y el
absurdo airano es la lucha por la pregunta neurótica: ¿querer o no querer usar
su poder mágico?; ¿es ético usarlo?; ¿hasta dónde usarlo?; ¿usarlo un poco,
para que los otros no se den cuenta que es el mejor mago del mundo, o usarlo
todo y llenarse de la fama, el dinero y la gloria con la que coquetea cada
tanto?; ¿conquistar finalmente su vida, la vida que él dice querer?; ¿o seguir
errando en las piruetas más absurdas hasta obliterar el deseo mágico?
Alan Pauls en Trance elabora distintas experiencias de
lectura, que no son otra cosa que sus propias vivencias con los libros y el
cine. En esa escalada reserva el punto álgido de su experiencia como lector a
aquellos libros que “agregan mundo al mundo”. Más adelante, plantea que el lector embelesado con lo que lee no quiere levantar los ojos del
libro, porque sospecha que eso que funciona en la lectura no se anuda a nada más
allá que a esas páginas. Y allí se pregunta: “¿Y si la relación de la lectura
con la vida no fuera de oposición, ni de exclusión, ni de enseñanza, ni de
complementariedad, sino -como sabe cualquiera que, con las pestañas ardiendo,
se niega a apartar los ojos del libro que se las quema- pura y simplemente de
histeria?”. Es decir, ¿aquello que se funda en la lectura, como un deseo, un
anhelo, un imposible que hace más interesante la vida, en realidad se da sin
reservas porque se sabe que solo existe en un lugar, como un libro, que nunca
será la realidad? Y, aunque finalmente el objeto áureo emanado de esas páginas
sea perentoriamente encontrado en un paraje de una urbe, hasta ahora no
descubierta, el lector histérico preferiría no verlo de frente y volver al remanso
de esas páginas en donde todo puede ser y no ser, querer y no querer, poner o
sustraer el cuerpo al torbellino de la influencia literaria en nuestras vidas
concretas.
La búsqueda de lo
sublime y de la evasión de este mundo es algo que algunos lectores hemos
buscado de tanto en tanto en los libros. Incluso Aira, en Evasión y otros ensayos, admira y defiende la literatura de
evasión, esa que le da la espalda a la ayuda de la realidad y se dispone a
crear otra desde cero, que amplíe los límites imaginativos de la miserabilidad
prosaica. Es decir, Aira admira a los escritores magos. El personaje mago de su
novela, pasado de sueño, imponiéndose a sí mismo una distorsión de la realidad
gozosa por horas de mal dormir, se dispone a reconstruir la visión de un objeto
bello y encumbrado. Podríamos decir que ese objeto es lo que el Aira ensayista
identifica como El Arte o La Literatura que el Aira ensayista admira y que lo
sustrae de la vida; ese artefacto autosuficiente y majestuoso que es difícil de
apresar: “Pero al pasar frente al hotel, lo vi cuando yo creía que estaba
durmiendo la siesta, lo vi… no sé… como
recortado sobre el mundo, una figura del arte y la fantasía sobre el fondo
prosaico del mundo.”
Los poetas neuróticos
Sin embargo, esta
relación de histeria entre el mundo real y el mundo de la magia, del arte o de
la vida, vuelve a devolverlo a una pregunta ética (y neurótica) que atraviesa El mago: ¿no será la realidad construida
desde la más desligada y caprichosa subjetividad un monstruo? Esto se pregunta
el mago, porque a pesar de su poderoso don, él no puede dejar de ser perseguido
por un fan que lo ama con locura, él, un hombre que puede transformar la
realidad, que a pesar de ser el mejor mago del mundo, se debate entre los
límites de creer o no creer en la magia, de hacer desaparecer a ese sujeto que
lo acosa o no; se admira de un sujeto, de un fan que cree que él, un simple
mago neurótico, es un dios absoluto capaz de darle un sentido pleno a la vida
de otra persona.
Y acá nos
preguntamos los poetas neuróticos: ¿Ese mago sorprendido por la pasión de un
hombre de pie no es una metáfora del propio Aira? ¿No es esa novela una forma
de hablar de su propia experiencia vital, como el escritor más inventivo,
misterioso y reverenciado de nuestra literatura? ¿Y no es quizás esa historia
la más potente de esta pequeña gran novela? Jonathan Franzen, otro gran
novelista al que Aira consideraría miserablemente prosaico, dice que no hay
nada que exija más creatividad que lo autobiográfico: nadie escribió, afirma,
una historia más autobiográfica que La
metamorfosis. Los poetas neuróticos hacemos ese gran esfuerzo también por
completar la pintura y aportar algo a la realidad. Quizás no estamos tan lejos
él y nosotros.
***
Pablo Toblli es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de Ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa y Rombos Cultura. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
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