Los que aman erran

Sobre la falla estructural del amor

  

Por Hugo Nicolás Salinas |



Donde quieras que estés quiero que sepas que te quiero.



“Soy de la misma opinión que Dante, y no comparto la de Stendhal ni la de Mérimée, que decían ser siempre felices: los recuerdos de las cosas felices envenenan la vida cuando éstas ya no se pueden tener. El amor, por ejemplo.”


Paul Léautaud


La historia de amor es el precio que debe pagar el enamorado para religar su historia al mundo, es decir con la historia universal. Entre mis pocas convicciones tengo una y es que “La divina comedia” de Dante Alighieri es la historia de amor por excelencia, porque hablar de amor es hablar de lo perdido.

·         AUSENCIA. Todo episodio de lenguaje que pone en escena la ausencia del objeto amado -sean cuales sean la causa y la duración- y tiende a transformar esta ausencia en prueba de abandono.” (Barthes)

Decía Barthes que suponer la ausencia es de entrada plantear que el lugar del sujeto y el lugar del otro no se pueden permutar; es decir: “Soy menos amado de lo que amo”. La escritura de Dante busca mediante un modo fabuloso recrear la ausencia, recuperar lo perdido, para eso  se crea un héroe que lleva su nombre, recrea una Beatriz y allí, dirá Borges: “Dante,  muerta  Beatriz,  perdida  para siempre, jugó  con  la ficción  de  encontrarla,  para  mitigar  su  tristeza;  yo  tengo  para    que  edificó  la  triple arquitectura  de  su  poema  para  intercalar  ese  encuentro.” Dante no se resigna, es más, no soporta la pérdida real de Beatriz por ello inventa un orden cósmico, una arquitectura infernal y divina que posteriormente dará forma a la representación que la humanidad tiene del infierno y el cielo; inventa para sí un infierno más soportable que el real, que aquel que existe en nuestro mundo físico cuando se pierde a quien se ama, y como premio edifica el cielo donde espera encontrar a quien fue el amor de su vida.

Con esta obra bisagra del pensamiento medieval y renacentista nace una gran aventura. Dante emprende un viaje por el infierno, más allá de la advertencia “abandone aquí toda esperanza”. Desesperado es aquel que ya nada espera; Dante lejos de eso espera su encuentro con una Beatriz que él se ha creado: “lo creé y lo recreé sin cesar a partir de mí capacidad de amor, a partir de la necesidad que tengo de él” (Winnicott citado por Barthes).

Dicha espera se convierte en delirio, el otro acude donde se lo espera y si no viene es preciso buscarlo, alucinarlo si es necesario, crear una historia que permita amalgamar la espera particular con el mundo. Eso es lo que hace Dante: reúne su necesidad de Beatriz, su espera y construye un complejo arquitectónico donde todo es posible, tanto encontrar a su amor como perderla; emprende la travesía que no es más que un modo de manipular la ausencia, retrasar cuanto sea posible el instante en el que se presenta la muerte.

·         DRAMA. El sujeto amoroso puede escribir por sí mismo su novela de amor. Solo una forma muy arcaica podría recoger el acontecimiento que reclama sin poder contarlo. (Barthes) 

Dante encuentra el modo de no caer totalmente en la locura en su drama amoroso. Así es como para sí mismo se inventa un maestro, Virgilio, quien representa la razón, tangente mediante la cual alegóricamente Dante mantiene su diálogo interno. No son dos sujetos, en todo caso serían uno pero Virgilio no es para siempre; una vez transitado el camino infernal y el purgatorio Virgilio no es más necesario. Dante lo aprendió todo, se purgó de sus pecados y así la desaparición de Virgilio es un hecho irremediable. 

Ante la pérdida de la razón aparece entonces Beatriz, ya no en los subsuelos sino en el cenit. Beatriz encarna allí la ausencia total de toda razón en nuestro héroe. Ahora es su amada, la misma mujer eterna quien no dejará de ofender a Dante: “<¿y cómo es que llegaste hasta aquí?>”. Un simple Dante en los dominios del cielo, Beatriz se pregunta ¿cómo es posible que su travesía por el abismo concluyera en el cenit? Fue posible puesto que Dante jamás hizo caso a la advertencia que se encuentra en las puertas del infierno, jamás abandono su esperanza de encontrar a la mujer que ahora lo rechaza. Dice Borges, “Enamorarse es  crear  una  religión  cuyo  dios  es  falible.” Enamorarse para Dante fue amarla sin conocerla, Dante inventa para sí la mujer de sus sueños. Pero si los sueños son mensajes, con Aristóteles advertimos que ya no son mensajes que provienen de los dioses sino de nosotros, de nuestro interior.

Más aún, Dante se inventa una diosa volátil, egoísta: “Tal  fue  el  caso  de  Dante.  Negado  para siempre  por  Beatriz,  soñó  con  Beatriz,  pero  la  soñó  severísima,  pero  la  soñó  inaccesible.” (Borges).

En la historia dantesca Virgilio/la razón, no representaba la ausencia del sueño sino, como nos indica Goya, que “el sueño de la razón produce monstruos”. Monstruosamente bella fue Beatriz para Dante.

·         IDENTIFICACIÓN: El sujeto se identifica dolorosamente con cualquier persona (o con cualquier personaje) que ocupe en la estructura amorosa la misma posición que él. (Barthes)

Dante crea para sí una Beatriz, allí donde existe una ausencia coloca él una presencia. Esto es una pura operación estructural, la Beatriz creada por Dante es aquella que ocupa el lugar donde Beatriz realmente falta; esto no simula un sentido psicológico sino que es mucho más simple, Dante pretende no haber perdido nada. Llegados a este punto surge una pregunta, ¿tan fácil es remplazar a alguien? Creo que somos fácilmente remplazables, porque somos equivalentes pero aunque seamos sustituibles somos irrepetibles. Si la identificación es una operación estructural, somos aquel que ocupa el mismo lugar que nosotros, por ende podemos para el otro ocupar el mismo lugar que ocupó alguien más. Esto es lo que nos enseña Dante: perdida Beatriz él inventa una nueva para que ocupe el lugar de la ausente, así nadie se ha perdido.

Podemos remplazar y ser sustitutos, pero el otro siempre busca repetir. Me refiero a que lo que se repite es la historia de amor: una y otra vez la recreamos sin cesar y como somos irrepetibles (por ser únicos) el acto siempre estará condenado al fracaso. Por más que se disponga la estructura como un escenario en el cual los papeles están establecidos y la historia deba contarse una vez más, el resultado jamás será el mismo porque Aristóteles* estaba equivocado y un clavo no saca otro.

·         ERRABUNDEO. Aunque todo amor sea vivido como único y aunque el sujeto rechace la idea de repetirlo más tarde en otra parte, sorprende a veces en él una suerte de difusión del deseo amoroso; comprende entonces que está condenado a errar hasta la muerte, de amor en amor. (Barthes)

Estamos condenados a repetir la historia amorosa tantas veces como sea posible; si no era Beatriz seguro que Dante escribía por otra mujer. Dice Barthes a propósito del Joven Werther de Goethe: “Pero si hubiera sobrevivido, Werther habría escrito las mismas cartas a otra mujer.”

Nos habita una compulsión y es la de amar, esta repetición por estructura esconde una falla, dicha falla es que nos resistimos a aceptar que lo que amamos está perdido. Desde nuestra infancia experimentamos el amor ligado a la pérdida y es precisamente por esa vivencia que le tenemos tanto miedo a las separaciones. German García dijo: “Una vez en una charla dije que había que separarse dos veces: había una separación que ya había ocurrido y una segunda que se temía; pero la segunda, que se temía, era consecuencia de la primera ya ocurrida, si no nadie temería a una separación.”

Aquello que vivimos como un fracaso amoroso no es más que la estructura imperfecta del amor, el amor como eterna completitud no es más que un relato fantástico, una idea dantesca. Que todos los fracasos amorosos se parezcan no extraña si se entiende que todos proceden de la misma falla: el error de creer que se puede recuperar lo perdido, confiar en que es posible recrear la historia amorosa hasta que la misma encuentre un desenlace diferente al originario. Es decir, mientras no podamos aceptar que lo que se ama está perdido desde un principio, nuestro destino amoroso será errar y buscar alguien nuevo que pueda tomar nuestro amor y devolvérnoslo. Pero nadie podrá jamás asumir la tarea imposible, aquella pretensión de completitud absoluta que busca restituir lo que se ha perdido y de tal modo por esa incansable búsqueda perdidos erraremos hasta el final. 

 

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*La frase “un clavo saca a otro” pertenece a Aristóteles en La Política.

 

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Referencias:

García, Germán. Diversiones psicoanalíticas. Buenos Aires: Otium Ediciones.

Borges, Jorge Luis. Nueve ensayos dantescos. Buenos Aires: Sudamericana.

Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores 2014.

Alighieri, Dante. La divina comedia. Buenos Aires: Edimat Libros.

 

Imagen: Le Mépris (1963), de Jean Luc Godard.


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Hugo Nicolás Salinas (1992). Lector y vago. Hace La boca maldita (radio).


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