Hacer algo
Por Pablo Toblli |
Un
chico vestido con ropa limpísima y anteojos de sol manda un audio a un
amigo hablando sobre otro para criticarlo, y dice: “no hace nada, ¿pero sabés
lo que es hacer nada? Por ejemplo…”. Yo voy dejando atrás la escena, atravieso
la calle y voy llegando a la otra esquina. Me impacta calladamente la escena
del chico mandando ese audio, con el sol pleno en la cara, en la punta de la
vereda, casi en la calle, con el pelo seco y muy limpio, con zapatillas de
cuero marrón, chatitas, impecables: la base blanca inmaculada. Me hace bien su
audio, me activa de alguna manera: una mañana a pleno sol, criticando a quienes
no se dignan a hacer algo; nada mejor. Me pregunto si Pascal tenía razón con
plantear que los males del mundo se evitarían si la gente supiera quedarse
tranquila en su habitación.
El
chico que mandaba el audio tenía las bases de sus zapatillas gastadas, pero
limpias. Estaba limpio él. Tomaba un café de parado con el estómago armonioso
en una calurosa pero no excesiva tarde de verano, en un bar cerca de
tribunales, de un palacio de papeles limpios. No se quedó en la habitación, sin
embargo, no le está haciendo mal a nadie, ¿por qué? Ha alcanzado la imperturbabilidad
estética: sí, estoy acuñando un nuevo concepto y seré breve. Diré simplemente
que es un estado en que los estímulos no te desintegran, pero no te desintegran
porque el sujeto logra una síntesis simbólica que los reconfigura y los
asimila, de tal suerte que no sean ofensivos. La imperturbabilidad estética no
es exactamente la de Buda que se esfuerza por la ausencia de conexiones
narratológicas de la angustia de tu pasado presente o futuro, o la de la
meditación que se caracteriza por la limpidez, por la depuración, por la
blancura de la mente. Es que claro, si no querés ser el chico que no hace nada
tenés que subirte a una materialidad, lo cual no necesariamente implica que eso
sea un peso, una materia más en el mundo de la que hay que ocuparse o sentirse
amenazado.
Jacques
Rancière pensaba la Republica Estética, esto es, los elementos de una ciudad en
la que cada cosa es en relación a otras y ninguna sobresale por su propio peso.
Es decir, en cierto sentido, está intuyendo que en esa república armoniosa
ninguna materia adquiere el valor de traumática, que ninguna detentará un
superpoder. por sobre otras. El sujeto logra llenar los intersticios que hay
entre las cosas que componen una ciudad y cada signo ocupa su lugar sin ser más
que ninguno: ¿algo así como una sintaxis de una literatura del yo?, me
pregunto. ¿No existe acaso en esas literaturas de “me levanto a la mañana, abro
la heladera, saco una manzana y le pongo comida al gato” una imperturbabilidad
estética, en donde se quiere dar la sensación de no hacer nada rebuscado, nada
fuera de lo común, nada heroico, nada exitista, ni demasiado lacerante?
Entonces, aparece una sintaxis vital homogénea en donde asistimos a un sujeto
que efectivamente hace cosas, como sacar una manzana verde de una heladera
limpísima, casi desierta y, eso, de cierta forma, es una catarsis de
imperturbabilidad estética para quien lee. Al leer estamos diciendo “ah mira
qué lindo puede ser esto que hago todos los días si me viera de afuera”, porque
sino no se entiende cómo seguimos leyendo eso. Calculo que es el tipo de
armonía que sentimos cuando volvemos de muchos días a nuestra casa y sentimos
un refluir de la energía. Por tanto, entiendo que efectivamente estoy haciendo
algo y no tengo que hacer mucho para sentirme compacto simbólicamente, porque
sacar una manzana verde y mirar al gato que observa del pasillo pueden entrar
en la misma cadena estética y eso no implica un vacío estrictamente hablando.
Creemos
que ese personaje que hace algo de manera repetitiva está muy metido en su yo
aburrido y no hace nada por ser una persona más interesante o útil. Quizá para
alguien pueda ser un bodrio leer eso, pero cuando eso es presentado al exterior
-escrito o filmado-, es siempre un terreno estético, algo inofensivo, pero que
al mismo tiempo tiene un motivo, una razón de entendimiento más allá. Sólo hay
algo quieto que debe ser observado desde afuera y ahí puedo preguntarme,
entonces, si es que no estoy queriendo sacar un bife en lugar de una manzana o
tener un loro en lugar de un gato, o armar una guerra.
Una
vez alguien me contó que fue a ver una banda y ahí entendió que lo que quería
hacer toda la vida era poner un acuario. Esa persona entendió el show, la
propuesta de sentimiento, el texto que subyace, no el que se fue y quiso tocar
rápido como el baterista; este otro solamente se embobó en lo anecdótico, en el
hit: literatura dura.
Dejo
atrás al chico que toma café. Voy agarrando internet de los bares. Le mandé un
audio a un amigo aclarándole que cuando él lo escuche yo ya iba a estar pasando
Café París, pero que le mandaría un mensaje cuando esté en el bar. Llego a Café
París pero está cerrado. El destino es algo intangible. ¿Quién me creo? Hago
una metafísica del fracaso. De todos modos, pierdo porque quizá cuando mi amigo
escuche el audio estaré pasando El Ateneo y no Café París; entonces, luego de
veinte minutos me estará llamando para saber dónde estoy. Quizá para ese
momento yo haya perdido las ganas de verlo, de hacer lo que teníamos que hacer.
Es muy inasible lo que uno agarra. No lo dejés ir. Justo pasa un niño
pidiéndome una moneda, le doy pero no me destruye que me pida... no sé, busco,
rápidamente, un estímulo que no me destituya del todo, por más naif que sea. Me
fijo en sus zapatillas y las veo consistentes, y eso hace que no me desintegre,
pero ¿por qué?, porque él me está diciendo que cree mucho en sus zapatillas, es
lo que me está mostrando como construcción, él está siendo más ahí que en la
otra miseria, está más pendiente de sus zapatillas que de sus otros dolores y
es lo que elije mostrarme más, eso quiere y es lo que hace: mostrarme sus
zapatillas y que yo lo recuerde así. La banalidad puede no ser frivolidad, sin
necesidad de que te quedes atado en una habitación.
***
Pablo
Toblli es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna,
2015) y Lucero de ruinas (Ediciones
Último Reino, 2017) y el ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y del blog Rombos Cultura. Escribe en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su
e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.
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