Una historia iluminada. De memorias, archivos y encuentros
Por Diego Reynaga |
Jonathan Safran Foer
En el film Una vida iluminada (Everything
is Illuminated, 2005), de Liev Schreiber, aparece, como bella metáfora
escénica, la idea de que la memoria -ese estado vital que siempre articula, sin
linealidad alguna, la temporalidad humana- se re-construye cuando acontece una
suerte de misterioso enlace entre archivo y encuentro. Jonathan Safran Foer, un
judío norteamericano, personificado por Elijah Wood, es un coleccionista,
meticuloso y obsesivo, que, en virtud de un impulso irrefrenable que lo domina,
quiere conocer sobre su origen familiar y el destino del pueblo ucraniano,
Trochinbrod, de sus ancestros; pueblo aniquilado por el terror nazi durante la
segunda guerra mundial. Jonathan tiene, en realidad, una búsqueda más precisa y
definida: Augustine, la mujer que, al salvar a su abuelo de la muerte,
posibilita que su linaje familiar nazca y cree descendencia. El viaje a tierras
europeas que emprende este joven apasionado, junto a Alex y su abuelo quienes
ofician de guías, recrea gracia, belleza, sensibilidad, tragedia y tristeza; un
recorrido por la condición humana.
Después de múltiples andanzas vividas,
encuentran a la anciana Augustine, en una secuencia fílmica exquisita que
entremezcla imágenes de ensueño: una casa campestre en el corazón de una
pradera poblada de girasoles florecientes y coloridos. Allí vive, en soledad,
Augustine. En el entrañable encuentro que mantienen los visitantes y Augustine,
en el que comparten fotos, recuerdos y objetos que ella conserva, intactos y
ordenados, sucede el verdadero sentido de la experiencia de la memoria. Ante la
pregunta, “¿dónde está Trochinbrod?”, ella responde “yo soy Trochinbrod”. El
pueblo, ese pueblo perseguido, fusilado, exterminado y sepultado para su olvido
definitivo, revive en la palabra encarnada por Augustine. El pueblo perdura en
su corporeidad; sus arrugas añosas develan la identidad comunitaria. Ella es un
plural humano; un nosotros que resiste la tragedia de la desmemoria.
Esa experiencia
memoriosa se consuma en el instante mismo que ese pasado archivado se conecta
con otros que lo logran distinguir, lo quieren abrazar y lo desean alojar. La
memoria, así, es un encuentro vívido que reabre los archivos abarrotados de
hechos, personas u objetos. Jonathan y sus amigos se disponen al recuerdo que
entrama a Agustine con su universo social. Iluminan las vidas que habitan,
hasta ese momento, en los confines solitarios de Augustine. Una especie de
reunión sacrosanta entre archivistas que, en la potencia de la revelación y de
la transmisión, reviven, por siempre, a Trochinbrod. Ahora Trochinbrod es un
legado de historia que les pertenece. Ahora Trochinbrod es ellos. Un
Trochinbrod corporizado, con latidos y emociones. Un Trochinbrod que al renacer
en ellos revive a toda la humanidad.
Por eso es que,
justamente, el abuelo, ese viejo y silencioso sobreviviente del horror, no
resiste al recuerdo de esta trágica historia. La memoria activa, ese eterno
verdor que no perece, derrumba la edificación del olvido que construye el
abuelo para sobrevivir. Hay seres que, por el exterminio sufrido, recordar es,
literalmente, morir.
***
Diego Reynaga
Psicólogo
/ Mg. En Psicología Educacional.
Docente
e Investigador Universitario UNT.
Autor
y co-autor de libros y artículos especializados en psicología educacional y
educación.
Autor
del libro Retroperspectivas. La reconstrucción de la memoria desde la
mirada de un hijo de desaparecida. Editorial Humanitas.
Ex
integrante de HIJOS y de Familiares de Desaparecidos.
Pablo Ernesto Bliss
Psicoanalista. Docente universitario.
Me encantó el relato que construiste y la ilustracción . Abrazos
ResponderEliminarHermoso.
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