Elliott Smith. La estética de la intimidad
Por Diego Reynaga |
El mundo no es lo que yo pienso, sino lo que yo
vivo; estoy abierto al mundo, me comunico indudablemente con él, pero no lo
poseo.
Mearleau Ponty, La fenomenología de la percepción
A Julia, mi
sobrina, eterno resplandor.
A mi padre,
luchador sensible e incansable.
1.
Preludio smithiano
Elliott
Smith aparece en la escena artística norteamericana de los noventa, primero con
su banda de rock indie Heatmiser y,
luego, como solista, como un músico que provoca un contrapunto o una
disrupción al statu quo artístico de
la época; un statu quo o tendencia
musical dominante que se direcciona más hacia la producción masiva de
popularidad de artistas y canciones. Por el contrario, la obra poético-musical
de Smith tiene una definición o pretensión, más bien, lateral, periférica o, si
se quiere, molecular.
Así,
a diferencia de los megaproyectos musicales de cantantes y bandas de época, que
cultivan una escena en la que se configura una relación rockstar fanático/a, la
elección de Smith, muy probablemente en la tradición inglesa de Nick Drake, es
la construcción de una comunidad de oyentes que co-participan, desde una
resonancia intersubjetiva silenciosa, en una comunión estética en la que el trance artístico prima por sobre el valor de entretenimiento. En este
sentido, Smith, con su obra y vida, aporta al entendimiento de la época más
allá de lo estrictamente musical.
Este
escrito pretende puntuar ciertas ideas o aspectos del arte-Smith en los
elementos contraculturales que, a nuestro criterio, están contenidos allí. A
modo de viñetas analíticas se desarrollan este conjunto de ideas en un intento
de dar cuenta del núcleo sustancial que las interconecta: la intimidad como
núcleo creativo, relacional y crítico.
2.
Interludio smithiano
- La intimidad como
complejo fluir emocional
Toda
la música de Smith es frecuentemente caracterizada, por diversas clases de
oyentes, por su esencia depresiva, melancólica o suicida. Esa naturaleza que se
le atribuye a su arte es la que, claramente, lo etiqueta y desvirtúa dado que
se asocia lo depresivo a una cualidad mala, indeseada y aberrante[1].
Más
aún, esa visión simplificada y reduccionista que se construye sobre el músico
realiza, a nuestro juicio, dos operaciones simultáneas: por un lado, despoja a
las melodías y versos de Smith de sus contenidos esperanzadores y vitales y,
por otro, repele o rechaza el carácter trágico o dramático de la creación
musical, y más genéricamente, del arte mismo.
Sobre
el primer punto, la felicidad en Smith aparece más como tensión o lucha que
como realización o plenitud. En este sentido, la alegría en la obra smithiana
tiene que ver con la lucha por la existencia misma, en su interacción
contradictoria y sufriente con los otros, con el mundo y consigo mismo. En ese
proceso de confrontación interna-externa, donde el ser se bate con el
sinsentido de la existencia, el desencuentro en las relaciones y la obsesión
por la muerte, aparece como síntesis o brote florido la potencia de la belleza,
la felicidad y la esperanza. Más que cándida aparición de la alegría, el arte-Smith
nos ofrece al desnudo el vaivén del vivir, el hueso roído de nuestro ser.
Reprímete y luego explota una y otra vez
Mantén alejado tu lado problemático
Olvídalo
Y enfrenta tu día
En una ronda de miradas excesivas
La madre naturaleza te ofrece
Levantarte y marcharte
Reprímete y explota
Mira todas esas estrellas a tu alrededor
Rojas, blancas y azules
(Bottle Up and Explode! Smith, XO)
Y
aquí es donde aparece la sustancialidad del hecho estético: lo bello
entretejido al clamor de las pasiones humanas. Así, desde esta mirada, el
tránsito hacia un estado de felicidad está jalonado por la vivencia del dolor.
Y este sufrimiento, como veremos más adelante, tiene que ver con la inquietud
que produce vivir inmerso en un tiempo social que constriñe al sujeto al
aislamiento del semejante, al individualismo en la acción, a la desesperanza
frente al cambio y al regocijo por lo superfluo y banal. Por esta razón, es
posible afirmar que el universo-Smith le pone corporeidad al estado de
felicidad, la incardina en una referencia concreta y cotidiana de la disputa de
nuestro ser en el mundo. Más que idea abstracta de la felicidad, el arte-Smith
nos muestra, la experiencia viva y descarnada del hombre luchando en su
tiempo.
Este
tesón en la lucha por la creación humana se expresa, sin dudas, en la cadencia
de la voz de Elliott Smith[2] y en su
exquisita generación de climas melódicos. Primero. Su voz, en una confluencia
de fuerzas opuestas, hace emerger la tensión entre la esperanza y lo trágico,
el dolor y la superación, la ira y la dulzura, la nostalgia y la fe. Por tomar
solamente un ejemplo: la bella canción de amor Say yes mixtura
tonalidades de voces que oscilan entre la ternura de la ilusión amorosa a la
áspera desazón de la no correspondencia. Los coros vocales, recitados por el
propio músico, crean la armonía necesaria para introducir al oyente en un
territorio de sensibilidad humana. Escuchar, por solo citar, Because,
un cover preciosista de The Beatles, o I didn’t understand abre
una región acompasada que potencia la conexión con la experiencia de lo
bello.
Segundo.
La construcción del clima en lo musical representa un aspecto central en la
obra del cantante lo fi. El sonido,
progresivamente envolvente, con silencios que pausan de modo simétrico la
rítmica, alternando la espontaneidad acústica con la intensidad eléctrica, crea
una atmósfera de resonancia en el oyente que instala, verdaderamente, un nexo
de interconexión o intercomunicación. De allí que la música-Smith pueda
representarse como un bloque artístico sólido o indiviso, que mixtura
profundidad poética y armonía sonora. Canciones como 2:45 Am, Neddle
in Hay, Waltz 2, Pitseleh, Twilight, No Name 1, Pretty
(Ugly Before), Going to Nowhere o la aclamada Miss Misery operan como
transporte para producir el gozo estético; gozo o experiencia que nutre de
júbilo e ilusión la vida misma dado que amplía hacia un más allá el horizonte
situado de nuestra humanidad.
La
creación-Smith nos construye puentes para disfrutar, desde lo lírico, la
intensidad y complejidad de nuestra existencia. Como Erato haciendo brotar un
manantial de poesía con la armonía de su cítara, Smith compone, con aires punk, los poemas líricos de antaño que
sirven a los hombres para enriquecer su alma.
Futura mariposa
pasarás el día en las más
grandes alturas
y serás una hermosa
confusión
yo fui tu en una ocasión
Te vi atrapada ahí fuera
Todo el mundo representaba
una escena
Y el mañana era una
luminosa quimera
No te alejes demasiado
Sigue siendo quien eres
Todo el mundo lo sabe
Todo el mundo lo sabe
Todos saben
Que sólo vivirás un día
Pero ese día será
brillante
(Independence Day, Smith, XO)
Sobre
el segundo punto esbozado en este subapartado, el contenido trágico en el arte,
la obra del músico recupera el valor dramático del hecho creativo al poner en
el epicentro, con un sonido dulce y melancólico, al sufrimiento como elemento
constitutivo de la condición humana. En otras palabras, Smith rescata el valor
de la intimidad del hombre actual en la puja por existir en las condiciones que
el mundo le impone.
Cuando Smith exclama, con furia lacónica,
“las pesadillas se han convertido en mí ¡Esto está tan jodidamente claro!” (Cristian
Brothers, Smith, Elliott Smith) o cuando pregunta, quebrado por el
dolor y el miedo, “¿Por qué debes querer a alguien más si eres un mundo dentro
de otro mundo?” (Can’t make a sound, Smith, Figure 8) o cuando escupe el veneno
anidado en años de dependencia “Conozco mi lugar/Odio mi cara/Sé cómo empecé/Y
cómo voy a terminar/Enganchado otra vez” (Strung Out Again, Smith, From a Basement on
the Hill) o cuando suspira como
en una suerte de estertor “Espero por el tren/ el metro que va en un sentido/
la estúpida cosa que llegará para separarnos/y nos hace llegar a todos tarde” (The
biggest lie, Smith, Elliott Smith) desnuda los bordes íntimos de la
naturaleza humana, acosada, especialmente, por el temor a relacionarse, el desgarrón
de la separación, la tendencia a la soledad y al aislamiento, la desesperación
y el odio frente a la dependencia y, también, la sensación implacable de la
imposibilidad.
De esta forma, la intimidad aparece,
crudamente, en todo su esplendor, desde el contraluz de la poética smithiana.
Un arte que echa un haz de luz a los conflictos o dilemas de los hombres en el
momento preciso de su sentir visceral. Más precisamente, Smith es un cronista
de ese momento convulso del sentir, en el que la racionalidad apenas tiene
morada. Y la conexión que nos ofrenda Smith es desde allí, desde el ser
viviendo en el mundo, abierto a él desde su verdadera conexión con lo que el
mundo le provoca, sin escamoteo alguno.
Por
eso la secuencia de palabras que componen las letras, y la música con la que se
funden, sobrevuelan, levemente, la superficie de la vivencia doliente; intentan
arropar la carne desnuda que tirita desprotegida en la noche. Son intentos, a
tientas tal vez, por enunciar lo que resulta indecible para el espíritu pero
que, a su vez, lo oprimen. Ese territorio en el que dominan las contradicciones
y la angustia, donde el background
acumulado en la vida, de saberes, recursos y relaciones, queda en suspenso y
pierde su eficacia, y deja al hombre en soledad frente al desconcierto de lo
inhóspito e indomable.
Ese
terreno del no-saber del sujeto, en el que sólo el giro artístico puede acceder
mediante la creación de un lazo entre lo estético y vivencial. Así, Smith
metaforiza con su música lo que Prometeo representa para la humanidad en la
mitología griega: el benefactor que, desde su propio sacrificio, habilita a los
hombres a comprender mejor sus circunstancias, al llevarles lumbre en la
penumbra del alma. Justamente en este suelo inestable de la existencia es que
irrumpe la condición humana como posibilidad de creación y restauración; y
Smith la canaliza, bellamente, desde la música.
Todo se ha ido excepto el eco de un
proyectil
Y estoy atrapado aquí
Esperando por un sentimiento pasajero
En la ciudad que he construido
Y que mandé al infierno,
Y estoy atrapado aquí
Esperando por un sentimiento pasajero
Aún envío todo el tiempo mi solicitud de
alivio
Debajo de la muerta línea de tensión
Aunque estoy más allá de la creencia
En la ayuda que requiero
Apenas para existir en absoluto
Me tomó mucho tiempo levantarme
Me tomó una hora caer
(A
Passing Feeling, Smith, From a Basement on the Hill)
- Lo íntimo como ofrenda estética a los demás
Smith
se inscribe, a nuestro parecer, en la tradición de artistas que logran
transformar la experiencia interior, dominada fuertemente por la escisión del
espíritu, en un acontecimiento creativo y público. Aunque el arte en general
posee esa naturaleza sublimante, lo distintivo en Smith es ese lado ominoso que
obra como malla psíquica subyacente a la creación musical[3].
Así,
lo que resulta fantasmático, angustiante y extranjero, a nivel
intrapsicológico, el arte de Smith lo resuelve con una construcción socializada
de ese padecer. Lo que es mortuorio en el interior renace estéticamente en el
exterior.
Sólo necesito un sitio seguro para sangrar
¿Es este el lugar?
No hay elección
Es como seguir los pasos de un baile
Toda una vida luchando
Pero ahora soy el rey de este lugar
Porque soy bueno tragando mi medicación
Para vomitarla después
Esperando a que el doctor me escriba otra prescripción
Tranquilo como un pajarillo
Toda la gente que perdió su verdadero amor
Tienen la misma sensación
Me siento frío, inútil y viejo
Desearía nunca haber existido
Llévame a casa, mi amor
Llévame a casa, por favor
Sácame de este sitio
Llévame contigo a casa
(True love, Smith)
En
otros términos, la creación-Smith se sitúa en esa imperceptible hendidura donde
lo individual se transforma en social y viceversa, es decir, un sujeto
transformándose, y transformando, en y para el mundo. Así, la poética-Smith,
como complejo creativo que relaciona lo propio con lo otro, convierte la
vivencia fragmentada, desgarrada y devastada de la interioridad en una ofrenda
estética a los demás, en una ceremonia de reciprocidad en la cual, quienes
escuchan las melodías smithianas se ligan, mediante una danza interminable de
identificaciones y significaciones, con lo más profundo de su propio ser. Los
lazos de la humanidad se interconectan al son de Happiness, Alameda, Plainclothes
Man, Angeles o Last Call.
Smith
ofrenda al oyente, en un auténtico acto solidario y, al mismo tiempo,
sacrificial, la posibilidad de reencontrarse y reconocerse a sí mismo con las
verdades ocultas y temidas de la propia historia. Los materiales que emplea
para construir ese puente argamasan lo poético, lo musical y lo vocal.
Por
esta razón, Smith realiza una ofrenda fraterna al prójimo al ablandar, desde la
dulzura musical, el corazón tieso y entumecido de las personas. Más
ampliamente, sólo desde la aproximación estética hacia la vida, como el arte
smithiano lo intenta expresar, es posible liberar territorios amordazados o
solidificados de sentido.
De
allí que, en su música y, también, particularmente, en sus conciertos[4], se
recrean y rememoran las ceremonias ancestrales de encuentro íntimo con lo
trascendente. Su música conecta, libera, contiene, arrulla, alumbra, cuida. Su
música, en una época de profana alienación, reverbera lo sagrado.
Tengo las uñas mordidas
Una cabeza que vive en el pasado
Y todo el mundo se ha ido por fin
Dulce, dulce sonrisa
Que se desvanece rápidamente
Porque todo el mundo se ha ido por fin
No te preocupes por eso
No, no, nunca más
Nada está mal,
que antes no lo estuviera
Estuve un segundo a solas,
Con la oportunidad que dejé pasar
Y todo el mundo se ha ido por fin
Confío en que no estés esperando
Esperándome a mí
Porque yo no voy a ninguna parte
Obviamente
Tengo el corazón roto
El nombre de ella en mi escayola
Y todo el mundo se ha ido por fin
Todo el mundo se ha ido por fin
(No Name 5, Either/Or, Smith)
Por
estas razones planteadas, el compositor norteamericano, devoto admirador, entre
otros, de Velvet Underground, Nico, The Beatles, Nick Drake o Big Star, toma a
pie de juntillas la máxima estética de Tarkovski, para quien el arte, en
cualquiera de sus expresiones, tiene como misión central vincular al hombre con
el sentido de la vida, ya sea en su formato de esclarecimiento o de
interrogación[5]. Dicho
en forma más llana, el arte conmueve los cimientos en los que se sitúa la
existencia, hace que la persona explore e interpele el edificio ético desde el
cual construye su universo vital[6].
El
arte-Smith, consecuentemente, en su afán por desmenuzar la subjetividad
horadada de la actualidad adscribe a este fin estético-existencial
tarkovskiano: se adentra en lo profundo, señala los dilemas, refleja el dolor y
abre la esperanza. Muy por el contrario, el entretenedor artístico, dominante
en nuestras sociedades, tiene un mapa mercantil por delante que lo orienta
hacia un objeto de entretenimiento más propenso a la idea de consumo. Smith, en
cambio, con su impronta artística, aparece en escena con un movimiento
zigzagueante que rehúye a esta presión de convertir cultura por mercancía.
- Lo íntimo como fuerza crítica contracultural
Desde
una perspectiva teórica es posible afirmar que las sociedades actuales, sobre
todo aquellas sociedades caracterizadas como sociedades de consumo, impelen a
la existencia y al arte el “imperativo de ser feliz”. Imperativo que, al decir
de Roger-Pol Droit, funciona como dispositivo de control social en tanto obliga
a las personas, con estrategias de seducción, persistentes y diversas, a actuar
bajo ese cielo hedonista.
Así,
entonces, la consagración de la felicidad como meta suprema y, también, la
obtención de la misma mediante la adquisición, rápida y fluctuante, de bienes
representan las coordenadas de época. De allí el desenfreno de objetos y
personas de un modo pasajero e intercambiable en pos de obtener el
salvoconducto que garantice la plenitud.
En
esta línea interpretativa, el sociólogo polaco Baumann, en su análisis sobre lo
que denomina modernidad líquida, describe, para las sociedades y el hombre en
particular, la pérdida del suelo estable, de las instituciones sociales y,
también, de las seguridades individuales; en esa condición de liquidez irrumpe
lo incierto y lo volátil en el entretejido que articula los lazos
sociales.
La
intimidad, en este sentido, en su condición contradictoria y vincular, queda
reducida, por el contrario, a sus aspectos individuales y unívocos: el
individuo glorifica, en desmedro de lo gregario, solidario y de la conciencia
del dolor, el estado de felicidad como único sentir humano legítimo y lo
considera un camino individual a cumplir inexorablemente.
Ahora
bien, ¿cómo se relaciona esta situación de época, que la suponemos rectora en
la actualidad, con la senda musical que traza Elliott Smith en su carrera? Este
punto es nodular, sin lugar a dudas, para introducir una idea sobre el valor de
lo íntimo como fuerza viva que interpela los sentidos culturales que imperan en
nuestra época: adentrarse en el dolor para restituir, desde allí, nuestra
humanidad.
La
música-Smith, en ese descenso a las capas dérmicas más profundas de la
intimidad, saca a la superficie, en un acto de elucidación[7],
las condiciones existenciales del hombre que vive, siente e interactúa en este
mundo. Esa elucidación, en Smith, aparece como una real insinuación artística
de las vivencias de la intimidad ya que muestra, básicamente desde lo
emocional, las sombras del ser contemporáneo.
Consecuentemente,
el proyecto smithiano se orienta hacia la reconstrucción estética de la
intimidad al emplear la música como herramienta para la reflexividad, no desde
la pretensión de un acercamiento racional sino, más bien, desde el fluido
emocional de la experiencia que conecta al ser con la realidad misma.
La
música-Smith hace reaparecer a la intimidad de una manera sutil, de un modo
indicial, de una forma diseminada, con un carácter abierto; en otras palabras,
el conjunto de la obra zigzaguea tópicos, puntea sensaciones e hilvana ideas
sobre lo íntimo como experiencia humana en la contemporaneidad.
A
nuestro parecer, los signos de esta experiencia íntima en la música-Smith están
referidos al trinomio amor, soledad, dependencia. Esos puntos de referencia
supuestos establecen las coordenadas que organizan el microcosmos en Smith.
Amor-Canción
El
amor es, sin dudas, el sentimiento con mayor presencia en el repertorio de
Smith: emerge señero en el horizonte de su creación. Ahora bien, en la obra, su
fisonomía es multiforme; en ella no existe un intento por simplificar su
complejidad sino, más bien, procura fisionar los sentidos que remiten esa
experiencia.
Así,
los hilos con los que entreteje el amor-canción componen bellamente una
filigrana multicolor: el amor como experiencia doliente de desencuentro con el
otro, la vivencia del ser intercambiable, la volatilidad del compromiso
afectivo, la crueldad amorosa en las relaciones, el ansia por poseer al amado,
el desgarrón de la separación.
Un
subconjunto de canciones, que conforman un archipiélago de melodías melancólicas, versa sobre el
desencuentro humano. En ellas Smith introduce, casi siempre con un ritmo
lacerante, una idea sobre la distancia irreconciliable que produce la
diferencia entre los seres; ese abismo relacional que separa la conexión con el
otro.
Sé que preferirías a que me largara antes que soportar la forma en
que soy
Pero de todos modos, estamos en la misma vida
En la puerta de al lado hay una televisión encendida
Transmiten una comedia de errores que trata sobre tener recaídas
Desaparecer en el olvido es fácil de hacer
Y lo intento, pero ya me conoces,
Regresaré cuando tú quieras
¿Me extrañas, señorita Miseria como dijiste que lo harías?
(Miss Misery, Smith)
Esta
diferencia, vivida y sentida, divide el lazo entre los amantes e imposibilita
construir la escena del Dos, como
dice Badiou; escena donde la individualidad se difumina en un aire
indiferenciado con el otro, donde lo Uno confluye en un punto desconocido de
encuentro y nace una nueva filosofía de los amantes, al sentir y mirar las cosas
con otros ojos. Una suerte de devenir deleuziano a partir del cual el sujeto se
abre a las múltiples posibilidades de ser a partir de la relación de “vecindad”
e “indiscernibilidad” con el objeto amado.
En
Smith, en cambio, la diferencia remarca la diferencia. El intento por
conexionar al otro se frustra porque esa pulsión colisiona con la superficie
infranqueable de la mismidad del otro ser, quien rehúye a la apertura, al
compromiso, al encuentro; y allí el movimiento es bajamar, hacia sí, cuál mónadas
que coexisten sin romper su unidad.
Quisiera que me dieras tu número
Lo quise para poder llamarte hoy
Solo para escuchar tu voz
Tengo un largo camino por recorrer
Si no conociera la diferencia
Vivir solo seguramente estaría bien
No sería soledad
Tengo un largo camino por recorrer
Yendo más y más lejos
Hay muchas horas que ocupar
Fue fácil cuando aún no te conocía
Cosas que tendría que olvidar
Pero prefiero detenerme ahora
Estoy cansado de gastar mi aliento
Siguiendo adelante, derrumbándome
Quizá tengo un problema
Pero no es eso lo que quiero decir ahora
Prefiero no decir nada
Tengo un largo camino por recorrer
Tuve un sueño en el que era un soldado con una misión
Escapar de mi tierra
Pero un enemigo muerto
Me gritó a la cara
Pero prefiero detenerme ahora
Estoy cansado de gastar mi aliento
Siguiendo adelante, derrumbándome
Quisiera saber qué estuviste haciendo
Porqué decidiste seguir ese camino
Por eso no puedo romper nuestra distancia
Tengo un largo camino por recorrer
Yendo más y más lejos
Tengo un largo camino por recorrer
Yendo más y más lejos
(I
better be quiet now, Smith, Figure 8)
Te diré porqué no quiero saber dónde estás
Tengo un chiste que me muero por contarte
El chico callado está mirando el cañón
Para que haga el sonido que deja bien quieto
Lo aprendí de ti, Pitseleh
No soy lo que falta en tu vida ahora
Nunca podría ser una pieza de tu puzzle
Dicen que Dios creó los problemas
Para ver lo que podíamos soportar
Antes de hacer lo que quiere el diablo
Y renunciar a lo que amamos
Pero nadie lo merece
La primera vez que te vi supe que no íbamos a durar
No soy la mitad de lo que desearía ser
¡Estoy tan enfadado!
No creo que vaya a pasar
Y yo fui una mala noticia para ti
Sólo porque nunca quise hacerte daño
(Pitseleh, Smith, XO)
Twilight,
sin dudas una de las canciones más conmovedoras del repertorio del músico, retrata la tristeza
que se apodera de las personas ante un vínculo que no pudo ser, que pierde la
consistencia del sentimiento, que se convierte en añoranza sufrida del pasado.
El presente es, más que una sensación de bienestar liberado, una realidad que
marca la pérdida de lo realmente querido. Twilight (o Somebody’s Baby como el
público la conoce desde los inicios) devela la transición consciente del sujeto
hacia nuevos parajes de la experiencia, pero lo hace revelando su costado y
momento de nostalgia; ese lapso en el que el acto de elegir, y de dejar lo
amado, libera, como veneno recorriendo expansivamente las venas, la angustia
por el proyecto deshecho. La eterna disyuntiva entre el poder y el querer que
surca las relaciones de amor.
No he reído tanto en mucho tiempo
Mejor me detengo ahora antes que comience a llorar
Me marcho a dormir en el brillo del sol
No quiero ver el día cuando está muriendo
Ella es digna de ver
Ella es buena para mí
Pero ya le pertenezco a alguien más
Ella es preciosa y lo sabe todo
Pero ya le pertenezco a alguien más
No mereces estar en la soledad
Pero esas drogas que tienes no te harán sentir mejor
Muy pronto te parecerá que es la única
Pequeña parte de tu vida que mantienes entera
Te soy agradable,
Podría lograrlo,
Pero ya le pertenezco a alguien más
Podría hacerte sonreír si te quedaras un rato
¿Pero cuánto tiempo te quedarás conmigo cariño?
Porque tú vela arde tan luminosa
Casi olvido que el crepúsculo ya había llegado
Aún si pensara que estás en lo cierto,
Estoy cansado de estar abatido,
Y no tengo peleas a cuestas
Eres una maravilla y es bellísimo
Pero ya le pertenezco a alguien más
Y si me fuera contigo también te decepcionaría,
Bueno, ya le pertenezco a alguien más
Le pertenezco a alguien más
(Twilight, Smith, From a Basement on the Hill)
También, la naturaleza intercambiable en las
relaciones es asunto del amor-canción en Smith. Fundamentalmente, la música
plasma la secuencia de miradas que se bifurcan en el espacio amoroso al
aumentar la fuerza centrífuga que se produce en el campo que cohabitan.
Polaridad entre el mirar y el no-mirar. Un sujeto que, desde la mirada
narcisista, mira sin mirar y se convierte, de este modo, en un objetivador de
sujetos, en un productor serial de relaciones. Smith, sensible a ese hecho
socio-relacional, desentierra la pesadumbre que siente el amado en las riberas
del otro: ser un objeto entre otros. Un observador que construye su mirada del
otro sin que la entidad del otro asome en el vínculo, al hacer del sujeto una
cosa, entre otras, de recambio. En este tipo de dinámica del lazo amoroso se
vislumbra la maquinaria capitalista, con su sutil poder abrasivo, que hace del
encuentro un producto más, sin historia ni pasión.
El fantasma de tu sonrisa siempre está buscando cuerpos nuevos que
cazar
Y estuvo aquí, está aquí
Está dándose paseos y flotara por un tiempo
Yéndose gradualmente
Es encantador y está helado
Me pregunto qué es lo que buscas
Siguiendo con este desastre
Buscaste por toda la ciudad,
Diste la vuelta caminando de vuelta a través del barro
A la amabilidad que habías escondido
Todo el mundo es el mismo en este viejo juego conocido donde cada
nueva sangre tiene un tiempo antes de resignarse
Me pregunto qué es lo que buscas
Siguiendo con este desastre
¿Por qué nunca intentaste dominar a tu dueño?
Tú solo soplas las brasas
Soplas las brasas
Soplas las brasas
Hasta que todos comprenden que tu sonrisa es un fantasma
(New Disaster, Smith, New Moon)
Tuve sentimientos de ternura que tu endureciste
Pero es tu corazón y no el mío el que está endurecido
Así que cuando me vaya a casa estaré feliz de irme
Solo eres alguien que una vez conocí
Tú ya no necesitas mi ayuda nunca más
Ahora es todo tuyo y jamás ocurrió nada
Ahora eres lo suficientemente grande para estrenar tu propio
espectáculo
Solo eres alguien que una vez conocí
(Somebody that I used to know, Smith, Figure 8)
Aislamiento-Canción
Smith
instala el aislamiento como otro eje de sentido en su obra. Al respecto, el
artista restituye, con contundencia rítmica, este proceso psicosocial que
atraviesa la vivencia, a veces fugaz, otras crónica, de los hombres que viven
en la contemporaneidad.
Así,
lo que pone de relieve el cantante es la idea de que el encierro en sí mismo es
la resultante inevitable y doliente de
los intentos fracasados por querer abrirse al mundo. La realidad se presenta
como un espacio hostil y amenazante para habitar desde la legitimidad de las
emociones: querer y sentir son expresiones extrañas y de peligrosa exposición
para el sujeto que convive en estos tiempos.
De
esta forma, el mundo se transforma, simbólicamente, en un páramo desolado, sin
posibilidades para la co-existencia de un ser vital y sincero. Ni el desfile de
pluriofertas, de producción serial, ni los remiendos espirituales representan
una salida para resolver la necesidad o el vacío existencial; por ello, el
hombre, dentro de esta dinámica societal, deja de percibir la hospitalidad del
mundo y padece su inserción en él. En otros términos, la contemporaneidad
instituye la parábola de Oskar Matzerath, el niño que Gunter Grass inmortaliza
en el contexto histórico de la sociedad pequeñoburguesa durante el nazismo:
decidir dejar de crecer, o adaptarse, como modo de resistencia subjetiva.
Una
sociedad hospitalaria es, al respecto, y tal como lo sostiene Derrida, una
sociedad que incluye y cobija, desde la calidez y el cuidado, al otro en su
diferencia.
Smith
crea armonías, en cambio, para captar el instante en el que el sujeto comienza
a retraccionarse, no como un modo defensivo, sino como una forma de reinvención
en un entorno global que despedaza la ternura y el dolor y arroja, como a
Daniel ante las bestias, a la sensación de incomprensión. Hay momentos en los
que el aislamiento es un intento, una senda, una búsqueda, un eco.
Can’t
make a sound, una sonora metáfora sobre el
aislamiento, bosqueja esa búsqueda por querer ser, ese intento desesperado y,
también, frustrado del hombre que, desde sus entrañas, no logra adaptarse a las
condiciones de existencia imperantes. La salida es, por lo tanto, sitiarse del
entorno, un cerco de Numancia entre el sujeto y la sociedad.
Me he convertido en una película muda,
El héroe asesinó al payaso
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Nadie sabe lo que él está haciendo,
Aún sigue dando vueltas
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
La cámara lenta me moviliza
El monólogo no tiene significado alguno para mí
Aburrido en el rol pero no puede detenerse
Parándose para otra vez sentarse
O para perder lo único que ha encontrado
Girando el mundo como un trompo
Hasta que haya un fantasma en cada ciudad
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Sin poder hacer un sonido
Ojos encerrados y brillando
¿Podrías decirme qué está pasando?
¿Por qué debes querer a alguien más si eres un mundo dentro de otro
mundo?
¿Por qué debes querer a alguien más si eres un mundo dentro de otro
mundo?
¿Por qué debes querer a alguien más si eres un mundo dentro de otro
mundo?
¿Por qué debes querer a alguien más si eres un mundo dentro de otro
mundo?
(Can’t make a sound, Smith, Figure 8)
Este
ensimismamiento tiene como contraparte, a nivel social, la construcción de un
imaginario de cohesión y adaptación. Así, el sentido común, y la tecnología del
yo que lo formatea y mediatiza, crean la ilusión efímera de que la intimidad se
cuece en forma transparente y abierta, de par en par, hacia los demás;
espejismo social mediante el cual el individuo se supone interconectado con los
otros al consumir “chispazos de intimidad ajena”, otorgándole, así, un marco de
realidad real a esa conexión.
Muy
por el contrario, lo que exhibe esta ideología son los elementos menos
sustanciosos del ser; una plétora de rostros y palabras fútiles, sin verdadera
corporalidad ni sentido, una fenomenología vacua de la vida. De allí que, de
acuerdo a Sibilia, la intimidad esté bajo el signo del espectáculo.
Smith
demuele este imaginario efervescente que traza la silueta de un mundo lleno de
oportunidades, instantáneas indiferenciadas e intercambiables, para alcanzar un
estado de felicidad, un estado de consustanciación con el exterior. Memory
Lane, crudamente, o Figure 8, en forma más elíptica,
postulan al aislamiento como un reducto desde el cual el sujeto reagrupa sus
fuerzas para sortear la nadería de esta realidad social que retroalimenta la
angustia de vivir. Un mundo que rechina estruendosamente pero no trina con la
vitalidad acompasada de los pájaros.
Este es el lugar donde terminarás cuando acabe la persecución
A la que te arrastrarán contra tu voluntad desde un sótano en la
colina
Y todo el mundo sabe que no eres como ellos
Te darán una patada en la cabeza que te mandará a la cama
El aislamiento te empujará al fondo de un profundo túnel
A un mundo iluminado del que hacer un lugar donde quedarse
Pero todo el mundo tiene miedo de este lugar, se quedan fuera
Tu pequeña casa en el baúl de los recuerdos
El nombre del alcalde es miedo,
Su fuerza patrulla el muelle
Desde una montaña de clichés que avanza cada día
El médico le habló en voz alta a una nube e hizo que lloviera
Mantén tus puertas y ventanas cerradas y jura que no volverás a
mostrar tu alma
Pero el aislamiento te empujará por el camino por el que nunca nadie
va
Hasta que te duelan los músculos a rabiar
Pero todo el mundo tiene miedo de este lugar y se quedan fuera
Tu pequeña casa en el baúl de los recuerdos
Si decides ser abierto acerca de ti mismo
Ten cuidado o de lo contrario…
Me siento cómodo apartado,
Todo está escrito en mi carta
Y tomo con solidaridad de lo que se me ha dado
Hago lo que dice la gente y estoy en la cama todo el día cama
Absolutamente horrorizado
Espero que estés satisfecho
El aislamiento se abre paso entre el odio a uno mismo, la culpa y la
vergüenza
A un lugar donde el sufrimiento es solo un juego
Pero todo el mundo tiene miedo de este lugar, se quedan fuera
Tu pequeña casa en el baúl de los recuerdos
(Memory Lane, Smith, From a
Basement on the Hill)
Dependencia-Canción
La
dependencia representa, a nuestro juicio, otro eslabón en la obra-Smith. De
este modo, resulta frecuente escuchar, en todo su espectro musical, escenas o
historias que narran acerca de la sensación interna de alteridad, la pérdida
del dominio del sí mismo o, también, lo irrefrenable de la dependencia a las
sustancias.
En
contraluz, lo que se expone es la cuestión de la libertad y, también, de la
muerte[8]. Al
respecto, la poética-musical smithiana introduce al oyente en ese paraje
sórdido que devela la condición de enajenación o alienación del hombre ante sus
circunstancias. Una existencia que sale del dominio de las fuerzas de
autocontrol y autocuidado y muta hacia su reverso: la aparición de un autómata
desprovisto del poder de elección. Smith, con los punteos de su guitarra y su
voz tierna, se constituye en el conductor que brinda las pistas necesarias para
recorrer un paisaje subjetivo en ruinas, como una suerte de Virgilio coetáneo
conduciendo al Dante por los infiernos.
A
nuestro parecer, Smith desnuda la palidez del ser que vive la experiencia de la
angustia como sensación de muerte, como imposibilidad de movimiento y cambio.
En otros términos, lo que evidencia su música es ese poder autodestructivo que,
en forma recurrente, domina las fuerzas vitales.
La luz del sol me ha estado manteniendo durante días
No existe la noche es sólo una fase pasajera
Ahora me siento hermoso,
tal vez demasiado para ti
Antes, cuando me sentía feo no sabía qué hacer
A veces me siento con fuerzas para todo
Aunque eso no signifique nada para ti
Porque quieres drogarte como sea
¿Es que destruirte es todo lo que necesitas para sentir que alguien
te quiere?
Alguien que sea real…
La luz del sol me ha estado manteniendo durante días
No existe la noche es sólo una fase pasajera
Y me sentiré hermoso un par de horas más
Antes me sentía tan feo
Que no sabía qué hacer
Antes me sentía tan feo
Que no sabía qué hacer
Antes me sentía tan feo
Que no sabía qué hacer
(Pretty (Ugly before), Smith, From a Basement on the Hill)
La
apelación a las sustancias[9] es un
modo ficcionado y mágico de creer en una salida frente a los complejos avatares
de la cotidianeidad; el efecto de esta actitud autodestructiva es la
consolidación de un circuito redundante de alienación. El hombre confía en el
objeto externo que le provee la esperanza de liberación pero, en cambio, cede
su capacidad activa para reescribir su narrativa existencial. Este proceso
descendente obscurece, en el sujeto, la construcción de una historia
alternativa que cuestione, responsablemente, los discursos internalizados
(familiares, institucionales, políticos, etc.) que consolidan una identidad
dominada y sometida. Por ello, la intimidad es presa de los muros individuales
y sociales. Y Smith lo sabe.
Consigues lo que ves
Vi a una zorra rica repartiendo caridad
Vi a un malvado emperador vistiendo mi ropa
Están lejos de lo mejor
Sin embargo podrían adaptarte mejor que el resto
Solo mirando al espejo te harán un hombre valiente
Conozco mi lugar
Odio mi cara
Sé cómo empecé y cómo voy a terminar
Enganchado otra vez
Eres un parlamento de búhos
Volando sobre la ciudad de los canales
Ahí va el cuerpo flotante
Flotando boca abajo
Consigues lo que ves
Algunas cosas cambian invisiblemente
No supe dónde estaba yendo
Gracias a dios nunca se sabe
Conozco mi lugar
Odio mi cara
Sé cómo empecé y cómo voy a terminar
Enganchado otra vez
De pie, sonriendo en alguna isla paradisíaca
Esperando a la luna para seguir en el ring
Pero la marea viene
Y yo estoy enganchado otra vez
Enganchado otra vez
(Strung out again,
Smith, From a Basement on the Hill)
3.
Epílogo smithiano
Como
más arriba se analiza, la deconstrucción de la intimidad es la apuesta estética
por excelencia en Smith. Este fin se enmarca dentro de las condiciones de
existencia del hombre en las sociedades postindustriales. Lo íntimo, en su
carácter relacional y complejo, sufre las tensiones e imposiciones que el
mundo, y sus discursos dominantes, le imprimen. La obra-Smith, la cual no es
monolítica ni lineal, despedaza, con su puñal estético, la carnadura que
recubre la interioridad; a veces para mostrar, encolerizado, el drama que el
individuo vive y que, a la vez, se pretende ocultar; otras para arrimar
sensaciones, interrogantes y deseos.
Esto
se ilustra, palmariamente, en 2:45 Am, canción en la que el sujeto
sale, noctámbulo, a gritar al mundo sus verdades, sin ninguna barrera
protectora; 2:45 Am es una temporalidad kairosiana de conexión con lo más
visceral del sentir.
Salgo sonámbulo a caminar y los recuerdos mudos comienzan a hablar
Aquel jefe que sólo me quería lastimar
Y aquella cosa que me hizo querer desertar
Salgo a la calle como un niño pequeño
Un bebé insatisfecho e ingenuo
Tratando de aferrarse a cualquier cosa
Listo para el rápido ascenso o la caída estrepitosa
Las grietas se intentan esconder
Pero en realidad nunca dejan de crecer
Voy buscando al hombre que me atacó
Mientras todo el mundo se burlaba de mí
Tú me robaste esa parte que destinaba para ti
Pero pienso separarme nuevamente en dos
Estoy cansado de vivir en una nube escondido
Si voy a soltar mi mierda lo haré a gritos
Son las 2:45 de la madrugada
Y voy a ponerme desde ahora sobre aviso
Para no despertar en un lugar desconocido
Con una memoria que tú ya tienes casi olvidada
Voy a buscar consuelo en otros brazos
Y trataré de alejar las heridas del pasado
(2:45 Am, Smith, Either/Or)
De
esta forma, el amor, y sus vicisitudes, la tristeza, y su incomprensión, el
aislamiento, como modo de supervivencia, van encolumnando la primera línea de
batalla de toda esta épica smithiana.
Para
finalizar este sintético ensayo, Smith recrea la zona de incertidumbre que
transita el hombre cuya sensibilidad está abierta al mundo, a los otros y a sí
mismo. Esa experiencia de desconocimiento y vacilación marca un momento clave
del ser en el mundo. ¿Qué hago con lo que me pasa, con lo que siento? ¿En qué
mundo deseo vivir? ¿Cómo me relaciono con el otro? ¿Hacia dónde quiero ir? Son
preguntas que, para nosotros, conjeturalmente, están en la trama musical-Smith.
Estas meditaciones conducen, sin dudas, a una nueva ética ciudadana. Bellas
melodías como Going Nowhere, Let’s get lost o Tomorrow Tomorrow
surcan estos dilemas propios de quien desea vivir.
Y
justamente aquí yace la propuesta esperanzadora de Smith: mirar/nos desde la
complejidad de la intimidad, sin desoír lo que ella vocifera con silencioso o
ensordecedor desafino o desentono. Sólo a partir de este sincero y genuino acto
de reconocimiento existencial es posible hacer reverdecer la aridez del alma
del hombre moderno.
OBDULIO
[1] Al respecto de esta idea, el músico declara taxativamente:
“Depresiva’" no es la palabra que yo usaría para describir mi música, pero
hay algo de tristeza en ella. Tiene que haber, para que la felicidad en esta
realmente importe”
[2] Smith ironizaba, en sus inicios, que su voz se
asemejaba a la de un Joe Strummer resfriado. El proceso de trabajo y
refinamiento en lo vocal es uno de los mayores logros del músico norteamericano
para reflejar, externamente, la vibración que produce la interioridad.
[3] En este sentido, tal vez uno de los mayores
exponentes en este tipo de linaje de creadores obscuros sea Lautréamont y sus Cantos de Maldodor. En nuestro país,
Enrique Pichón Riviere analiza, desde sus primeras aproximaciones
psicoanalíticas, la experiencia de lo siniestro en el Conde de Lautreamont
dando cuenta de la disputa psíquica inconsciente que se testimonian en la vida y obra del poeta.
[4] Los conciertos de Smith, aún en la plenitud
de su fama, tuvieron un tinte de misticismo intimista: en circuitos pequeños
(bares, teatros, bibliotecas, universidades), con público reducido, acompañado
con bandas en ocasiones, otras solo con su guitarra, sin sofisticaciones de
escena, con interacción real con el público, plagados de improvisaciones y
furcios, con canciones abortadas en su ejecución, con videograbaciones caseras
y de pésima calidad. El escritor argentino Rodrigo Fresán recuerda “Vi en vivo
a Elliott Smith en su parada barcelonesa de la gira europea presentando Figure 8. En una sala muy pequeña y sin
escenario. El cantante y su público a la misma altura, de pie y de tan cerca.
Gorro de lana, pelo sucio y cicatrices de acné en las mejillas. Recuerdo haber
pensado que pocas veces vi en mi vida a alguien tan triste, pero triste de
verdad. Alguien que entendía la tristeza como modo de vida […] Sin embargo –y
aunque no se dignara en cantar ‘Waltz # 2 (XO)’, una de las canciones más
preciosas jamás escritas por nadie–, el concierto fue algo magnífico y
estremecedor.” (Fresán, Página 12).
[5] En el bello y profundo libro Esculpir en el tiempo,
Andrei Tarkovski comparte cartas y reflexiones de sus espectadores; en una de
ellas, una trabajadora escribe “En una semana he ido a ver cuatro veces su
película. Y fui al cine no sólo para verla. En realidad lo que quería era vivir
una vida real por menos unas horas, pasar el tiempo con artistas verdaderos,
con personas…Todo lo que me atormenta, lo que me falta, lo que ansío, lo que me
enfada y lo que me repugna: todo esto lo vi en su película, como en un espejo.
Todo lo que me apesadumbra y lo que me rodea de luz y calor. Lo que me hace
vivir y lo que me destruye. Por primera vez, una película se me antojaba como
algo real. Y éste es precisamente el motivo por el que la veo una y otra vez;
para vivir por ella y en ella”.
[6] En el mismo sentido Atahualpa Yupanqui, con su
fineza intelectual, sostiene un axioma personal: “después de escuchar a Bach me
siento mejor persona”.
[7] Para Cornelius Castoriadis la elucidación es un
proceso reflexivo mediante el cual el hombre problematiza las condiciones que
configuran su práctica y acción; la fuerza de esta interrogación se sitúa en la
base del saber vivido como válido y establecido y, consecuentemente, esa
problematización hace chirriar ese saber para irradiar, desde allí, nuevas
posibilidades de pensar y sentir.
[8] Es pública y conocida la influencia que ejerce
Soren Kierkegard en el arte de Elliott Smith: la idea de libertad, el
pesimismo, la elección, la angustia. Su disco Either/Or, uno de los más
profundo conceptualmente, toma como reminiscencia el libro del mismo nombre que
el filósofo danés publica en la primera mitad del siglo XIX.
[9] La idea de sustancias
está tomada en su sentido genérico: no solamente se refiere a las drogas
prohibidas y reprimidas en su uso y consumo sino también a todas aquellas que,
por su efecto “normalizador”, tienden a equilibrar al individuo en crisis. El
aumento del consumo de psicofármacos en los últimos años es un dato que posee constatación científica. Esto
muestra, claramente, que la medicalización de la vida cotidiana intenta acallar
el sufrimiento propio del vivir.
Diego Reynaga:
Psicólogo / Mg. En Psicología Educacional.
Docente e Investigador Universitario UNT.
Autor y co-autor de libros y artículos especializados en
psicología educacional y educación.
Autor del libro Retroperspectivas. La
reconstrucción de la memoria desde la mirada de un hijo de desaparecida. Editorial
Humanitas.
Ex integrante de HIJOS y de Familiares de Desaparecidos.
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